23 abr 2012

«el deseo es una pregunta / cuya respuesta no existe»,


DESEOS

 Marina Mayoral

25/04/2012
3º de Grado de Lengua y Literatura hispánica

Mireia Huerta Cordón
Gloria Rubio García


ASUNTO Y APUNTES

BREVE RESUMEN

          Los deseos son el hilo conductor que mantienen unidos en esta novela a los prolíferos personajes cuyos esfuerzos se dedican a llevar a cabo la realización del deseo. Anhelos confesados o amargamente silenciados que coexisten en Brétema, bajo esa neblina que oculta lo inefable.
Los deseos son una lucha individual que pueden llevarles al fracaso o la victoria, pero ninguno de ellos se resigna con lo que les ha tocado vivir.

EL PSICOLOGISMO

          Esta novela ahonda los deseos más primarios de las personas, que acompañado de algunas técnicas narrativas y una sutil sensibilidad consiguen indagar en las emociones más profundas de los personajes.
          El psicologismo atiende a la razón primera, explica el por qué y la finalidad. La razón primera se comprende a partir de múltiples juegos narrativos para justificar el camino recorrido.
          Entre las técnicas narrativas, la más eficaz, es el uso del narrador en segunda persona, que actúa como una voz de la conciencia, un desdoblamiento del personaje que dialoga consigo mismo y cuando uno dialoga consigo mismo no se censura. Esto ofrece una realidad omnisciente de todos los personajes y las relaciones que establecen entre ellos, incluso más, que los propios actantes.
          Esto da lugar a intercalaciones de voces en tercera persona, como narrador omnisciente subjetivo que da saltos para comentar situaciones ajenas al personaje que interviene:

   «ella estaba loca por Moráis, la familia no lo quería, un mujeriego y un vago, tan atractivo, un artista, ése sí lo era, se fugaron y se casaron, qué remedio».[1]

          Otro método muy interesante son los diálogos que se establecen entre ellos, se desplaza el narrador y se deja actuar dando voz a los personajes.
          La inserción del estilo directo en la narrativa ofrece un enfoque de realidad dentro de la ficción, juega con las convenciones lingüísticas de los actos del habla. De esta forma el lector debe conocer el universo mental en el que se sitúa el diálogo para entender las intrínsecas relaciones que existen entre ellos: grados de confianza, si hay resquemor, si hay enfrentamientos, si aparecen pasiones..., es decir, el lector ha de utilizar sus conocimientos pragmáticos.

   «-Podéis hablar alto. Etelvina hace un buen rato que se mueve por el cuarto.

-Se habrá despertado también temprano. ¿Tú has dormido bien?

-Si. Yo he dormido siete horas.»[2]



          Otra forma curiosa de presentarnos a las personas que sólo intervienen desde el recuerdo de los personajes, es a través de los no-diálogos: Tanto doña  Constanza, doña Benilde y la doctora Consuelo entablan largos “no-diálogos” con sus allegados desde el Más Allá.
          Esta forma dialogada son una prueba patente del gran conocimiento que éstas tenían de sus difuntos, es decir, que también navegaban en el psicologismo del otro, ofreciendo la respuesta que éste de estar presente habría dado.
          Esto nos permite conocer estos personajes que no actúan, sino en los sentimientos y en el determinismo de estas tres mujeres, que acuden al camposanto a disculparse, a confesarse, a replicar, a pedir consejo acerca de esto o aquello, o sencillamente a subsanar esa ausencia.

   «Vuelve a cambiar de postura. -No, Pedro, no doy escándalos, ni hago nada especial. Desde que tú te has ido se han acabado «los juegos». Lo que quise decir […] que todos tus familiares se murieran»[3]

          La analepsis es el gran recurso necesario para argumentar el deseo originado. Todos los actantes en un momento u otro de la novela se remontan al lugar y momento del pasado que marcó decisivamente la índole del deseo. Ese pasado es compartido en la mayoría de las veces por los personajes, lo que otorga el perspectivismo que hablaremos en otro apartado. Esta visión del pasado nos ofrece una evolución psíquica, se nos presenta al personaje condicionado por un estado anímico, generalmente bajo, empieza a gestar un deseo y lo lleva a cabo.
          Otro recurso para indagar en el psicologismo viene de la mano de Etelvina que a razón de su libro, investiga y analiza con bastante minuciosidad los sentimientos, especialmente de don Germán y doña Blanca a través de sus memorias; que rasa los limites de la impertinencia actuando como un juez.

   «-¿Qué quiere saber, Etel?, ¿Si me quería?, ¿Cuánto me quería, cómo me quería?, ¿Si me quería más o menos que al marqués de Resende?, ¿Es eso lo que quieres saber?»[4]

          Por tanto, para hablar de deseos, la autora necesita apelar al intimismo y a la psique humana, es decir, necesita apelar a las razones que le conduzca a la fuerza vital necesaria para emprender ese deseo.

EL PERSPECTIVISMO

          Brétema siempre mira, escucha y rumorea a través del visillo. Cada acontecimiento es conocido y opinado por el pueblo, especialmente doña Maruxa, que es la primera en propagar la información de primera mano. No obstante, todos tienen necesidad de hacerse eco de la noticia. Los rumores están siempre patentes en el ambiente de las vidas de los habitantes: Se opinó mucho sobre la supuesta violación de Amalia, de la profesión de Constanza, de la orientación sexual de Héctor, de la desmesurada bondad de Consuelo, de la violación de la niña…
          Existe una situación común para la mayoría de actantes que abre y cierra la novela dándole perspectiva circular de maitines a maitines: comienza con los “paseos” intempestivos de Héctor Monterroso, lo que suscita opiniones de diferente índole, y finaliza el “paseo” en la casa de Constanza, punto de partida, dando fin a los rumores.

   «Tu padre considera el tuteo un signo de confianza, igual que con la viuda alegre, menuda zorra… ¿Vendrá de su casa?... ¿Eres idiota, de donde va a venir?... Ha saludado a la doctora, otra que no duerme, con un marido así no es extraño»[5]

          Queda patente la desconfianza de Blanquita, ya que es la amante de Héctor, amén de la opinión que tiene de doña Constanza y de la doctora.
          Otras situaciones en las que muchos habitantes no son presentes y el suceso se va expandiendo, es en los casos de la violación de la joven y la muerte de Juanma, de la que todos a pesar de los murmullos, se lamentan y quieren ayudar, porque en realidad son una gran familia y frente a la adversidad se amparan.
   «-¿Has visto? seguro que nos están criticando. Estos visillos de Brétema me ponen enferma.    -Cotillean, critican, murmuran…, pero si alguien se cae en la calle salen corriendo a ayudarle»[6]

                                                             TEMAS Y SUBTEMAS

EL AMOR

«tú  has sido lo que más he deseado en la vida»

          El sentimiento amoroso es el tema principal de esta novela, dado que está presente en todos los deseos de los personajes. Es el motor de sus vidas y es la causa que les lleva a tomar grandes decisiones.
           Distinguimos entre el “gran amor” y otros amores de menor magnitud, pero que también repercuten en la vida de los personajes. Casualmente el “gran amor” no suele ser correspondido y frente a estas frustraciones, damos remedios que nos llevan a otras insatisfacciones. Deseados y deseantes pocas veces se ponen de acuerdo.

 Es el caso de Consuelo que no tuvo en cuenta que lo único que no se puede dominar son los sentimientos, ni los propios ni los ajenos. Por mucho que ella deseara el accidente que llevó a la silla de ruedas a Juanma y así crear dependencia hacia ella, nunca consiguió su amor, lejos de esto, le llevó al odio.
           De amores y gran amor, queda bien ejemplificado en Constanza, que pese a las relaciones que mantuvo con las tres generaciones Monterroso, ella sólo amó a Hermes y no fue correspondida.

Aparentemente hay un final feliz para Héctor Monterroso, que arriesgó a perder a Constanza anunciando su amor a los cuatro vientos, y aunque ella accede a casarse con él, es difícil pensar que remplace el “gran amor” que sintió por Hermes o el amor y profundo respeto que tuvo por Pedro, su marido.
          Otra historia de amor y “gran amor” es el de Blanquita hacia Héctor Monterroso, que a priori sólo eran amantes, los sentimientos de Blanquita que iban creciendo casi sin darse cuenta se vio interrumpido por la inesperada ruptura de Héctor.

El triunfo del amor, también aparece, como es el caso del triángulo amoroso entre Blanca, Germán y Helena, ambas están enamoradas de Germán y en acto de amor por él, Helena le llana el camino para el encuentro de Blanca y Germán. Este triángulo se resuelve con la marcha de Helena a Estados Unidos.
El amor es una experiencia compleja que muchas veces resulta inefable, que se resiste al análisis de la razón y que ha dado lugar, en el ámbito de la creación artística, a variadas formas y modos de representarla y expresarla.
La literatura amorosa viene a ser un asedio a esa compleja experiencia afectiva que resulta tan difícil de expresar, que parece resistirse al poder de la palabra para expresarla y que, sin embargo, ha producido algunas de las más hermosas y significativas obras de la literatura universal.

EL SENSUALISMO

Más que un amor idealizado, estas historias vienen con una gran carga de sensualismo: el goce físico, la atracción, la pasión y la unión carnal de los amantes. El sensualismo es visible en algunas tramas de la novela.
Quizá la autora, inspirada en los novelistas decimonónicos, concretamente entre los realistas, extrajo el amor como deseos e instintos del ser humano, expresa las relaciones sexuales desde la mentalidad socio-cultural del momento, la nota de humor ayuda a atenuar el erotismo pero sin tremendismo. El arte de sugerir es notable en algunas descripciones muy sensualistas.
Además proporciona un reflejo de la moral aceptada socialmente y la realidad en las relaciones de la época como podría ser en Amalia y Dictinio, una relación que se basa en la confianza de los años.

         «Dictinio coge la mano de su mujer y la acerca a su cuerpo. –Amalia, mira como estoy. -¡Ay, Dictinio!, ¿cómo puedes?»[7]

Los procedimientos eufemísticos empleados en la mayor parte de las relaciones amorosas, sobre todo en el plano físico, como Hermes y Constanza, nunca accede a la escena, aunque aluden a ella.

«A ti te gustaría que sintiese por ti lo mismo que tú por mi: dos buenos amigos que se lo pasan estupendamente en la cama. Mi amor te hacía sentirte incómodo y yo te evité esa incomodidad. Nunca te pedí nada, pero esperaba con ansia lo que tú me dabas espontáneamente.»[8]

El realismo, por ser imitación de la vida, debe encontrar un modo de decir adecuado a tal situación, a tal «objeto» y así el estilo, con sus reticencias, sus eufemismos, sus modos oblicuos, es también, hasta cierto punto, reflejo ya en sí mismo de la realidad no literaria.

EL DOLOR

La existencia angustiada necesita de deseos para consolarse en el desconsuelo. El deseo amoroso busca en el deseado algo ajeno a él y como no lo encuentra, se desespera y sufre. Hay algo destructivo y de egoísta en el fondo del amor, porque se busca posesión,  la fidelidad, aparecen los celos, los rechazos o el dolor de no poder quererse libremente. Todos estos factores desplazan el amor propio a un segundo plano.
El deseo cuando es de carácter amoroso lleva implícita una parte de dolor, y al amor se le ha dado la responsabilidad de hacer desaparecer la sensación de vacío, de pérdida o carencia. Se espera del amor la satisfacción plena, lo que lleva a verdaderas desdichas.
Cuando nos encontramos en el otro lado del amor, el ser humano tiende con amargura a recordar que tiempos pasados fueron mejores. No hay dolor más grande que el de acordarse del tiempo feliz en la desgracia, no hay placer, en cambio, en acordarse de la desgracia en el tiempo de la prosperidad. Esta idea nos recuerda directamente a Constanza, que va y viene en sus recuerdos, con cierta nostalgia los evoca rememorando a Pedro; o Consuelo, que tras el fallecimiento de Juanma, reflexiona de lo feliz que él podría haber sido y no fue, y ella junto a Héctor, rememoran el pasado común de la juventud. También Amalia, que no se desprende de la memoria de Blanca y Helena.
Los deseos se comportan como utopías: búsqueda de felicidad y sentido de  la existencia. Sin embargo, utopía es <ningún lugar> y forma parte de los sueños, los deseos forman parte de lo terrenal, puede no ser perfecto ni idílico, pero es posible realizarlos sin esa carga modélica de las utopías. Los deseos renuevan el transcurso de la vida, generan cambios y buscan directrices, los deseos son más que un analgésico para el dolor, indica un punto de partida que aparca todo lo anterior, aunque se generen nuevos sufrimientos.

LA MUERTE

Hay a quien el drama de la muerte le aterra, otros la ven como parte de la vida, y otros como necesaria. El caso es que toda forma de vida es finita, lo que obliga a replantear la existencia.
         El hombre aprende que en cualquier forma no puede durar, que los instantes son breves y la muerte siempre llega demasiado pronto, el hombre se resiste ante la idea de su propia muerte o más aún un mundo que lo va olvidando poco a poco,  y que no puede ser de otro modo.

Inseparable es la vida de la muerte, son las dos caras de una misma realidad. Así, el problema del sentido de la existencia humana llega a su grado máximo cuando el hombre se pregunta por la muerte. El sentido de la vida varía, pues, de acuerdo con lo que el hombre piense de la muerte ya que puede considerarla como un fin definitivo «en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada».

En esta novela aparecen subtemas de la muerte: vida de ultratumba,  el suicidio, la solitud del vivo, el deseo de la muerte del otro o el deseo de la inmortalidad.
La vida de ultratumba queda bien ejemplificado con doña Constanza y doña Benilde, éstas creen que las almas se han mudado al camposanto y éste es el lugar de encuentro entre los vivos y sus muertos. Las conversaciones que la muerte y sus próximos pasajeros sostienen, son de profunda riqueza reflexiva.
La muerte como elección de una vida angustiada, es el caso de Juanma, que tras perderlo todo: la familia, la novia, las amistades, su propia vida…se ve en la encrucijada de seguir viviendo un sinsentido o acabar con todo ello.
Otro caso distinto es Amalia, la prematura muerte de Blanca le ha dejado un vacío que no ha conseguido suplir. Bien sea por el carácter de Amalia, o bien por la estrecha relación que tenían, Amalia parece seguir necesitándola. Es la actante más desamparada y solitaria tras la muerte de sus amigas.
Generalmente se prefiere antes la muerte del vecino que la propia, es el caso de Constanza, que desea la muerte de los sobrinos Monterroso a fin de acallar sus habladurías. También Consuelo, que facilita la muerte de Juanma, como liberación para ella, dado que la convivencia se había vuelto imposible.
La impotencia de no poder controlar nuestra propia existencia, puede que sea eso, la vulnerabilidad del ser humano, la que nos permita seguir avanzando para perpetuarnos, para inmortalizarnos, aunque sólo sea a través la obra literaria, como es la historia de Etelvina, que elabora una novela acerca de la historia de la Braña. No escatima en afirmar sus deseos de inmortalidad o pervivencia de figurar entre los grandes autores.

CONCLUSIÓN

          Es notable la influencia de los autores decimonónicos para Marina Mayoral, los pos-románticos, naturalistas, costumbristas, pero sobre todo realistas, ya que hay tramos de la novela que podrían dibujarse como un cuadro impresionista. No obstante, predomina un estilo personal y una peculiar visión del mundo vitalista, sin caer en el escepticismo.

           El final de la novela “La campana del convento se las monjas enclaustradas toca a maitines. Comienza un nuevo día” es una invitación al carpe diem puesto que los días se suceden y frente a esta irrefrenable realidad, invita a vivir intensamente.



[1]Mayoral, Marina, Deseos, p.74, ed.Alfaguara, 2011.
[2] Id. P.129
[3] Id. P.196
[4] Id.p.100
[5] Id. P.44
[6] Id. P.317
[7] Id. P.321
[8] Id. P. 272