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DESEOS
Marina Mayoral
25/04/2012
3º de Grado de Lengua
y Literatura hispánica
Mireia Huerta
Cordón
Gloria Rubio
García
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ASUNTO Y APUNTES
BREVE
RESUMEN
Los deseos son el hilo conductor que
mantienen unidos en esta novela a los prolíferos personajes cuyos esfuerzos se
dedican a llevar a cabo la realización del deseo. Anhelos confesados o
amargamente silenciados que coexisten en Brétema, bajo esa neblina que oculta
lo inefable.
Los
deseos son una lucha individual que pueden llevarles al fracaso o la victoria,
pero ninguno de ellos se resigna con lo que les ha tocado vivir.
EL
PSICOLOGISMO
Esta novela ahonda los deseos más
primarios de las personas, que acompañado de algunas técnicas narrativas y una
sutil sensibilidad consiguen indagar en las emociones más profundas de los
personajes.
El psicologismo atiende a la razón
primera, explica el por qué y la finalidad. La razón primera se comprende a
partir de múltiples juegos narrativos para justificar el camino recorrido.
Entre las técnicas narrativas, la más
eficaz, es el uso del narrador en segunda persona, que actúa como una voz de la
conciencia, un desdoblamiento del personaje que dialoga consigo mismo y cuando
uno dialoga consigo mismo no se censura. Esto ofrece una realidad omnisciente
de todos los personajes y las relaciones que establecen entre ellos, incluso
más, que los propios actantes.
Esto da lugar a intercalaciones de
voces en tercera persona, como narrador omnisciente subjetivo que da saltos
para comentar situaciones ajenas al personaje que interviene:
«ella
estaba loca por Moráis, la familia no lo quería, un mujeriego y un vago, tan
atractivo, un artista, ése sí lo era, se fugaron y se casaron, qué remedio».[1]
Otro método muy interesante son los diálogos
que se establecen entre ellos, se desplaza el narrador y se deja actuar dando
voz a los personajes.
La inserción del estilo directo en la
narrativa ofrece un enfoque de realidad dentro de la ficción, juega con las
convenciones lingüísticas de los actos del habla. De esta forma el lector debe
conocer el universo mental en el que se sitúa el diálogo para entender las
intrínsecas relaciones que existen entre ellos: grados de confianza, si hay
resquemor, si hay enfrentamientos, si aparecen pasiones..., es decir, el lector ha de utilizar sus conocimientos
pragmáticos.
«-Podéis hablar alto.
Etelvina hace un buen rato que se mueve por el cuarto.
-Se habrá despertado también temprano. ¿Tú has
dormido bien?
-Si. Yo he dormido siete horas.»[2]
Otra
forma curiosa de presentarnos a las personas que sólo intervienen desde el
recuerdo de los personajes, es a través de los no-diálogos:
Tanto doña Constanza, doña Benilde y la
doctora Consuelo entablan largos “no-diálogos” con sus allegados desde el Más
Allá.
Esta forma dialogada son una prueba
patente del gran conocimiento que éstas tenían de sus difuntos, es decir, que
también navegaban en el psicologismo del otro, ofreciendo la respuesta que éste
de estar presente habría dado.
Esto nos permite conocer estos personajes
que no actúan, sino en los sentimientos y en el determinismo de estas tres
mujeres, que acuden al camposanto a disculparse, a confesarse, a replicar, a
pedir consejo acerca de esto o aquello, o sencillamente a subsanar esa
ausencia.
«Vuelve
a cambiar de postura. -No, Pedro, no doy escándalos, ni hago nada especial.
Desde que tú te has ido se han acabado «los juegos». Lo que quise decir […] que
todos tus familiares se murieran»[3]
La analepsis es el gran recurso
necesario para argumentar el deseo originado. Todos los actantes en un momento
u otro de la novela se remontan al lugar y momento del pasado que marcó
decisivamente la índole del deseo. Ese pasado es compartido en la mayoría de
las veces por los personajes, lo que otorga el perspectivismo que hablaremos en
otro apartado. Esta visión del pasado nos ofrece una evolución psíquica, se nos
presenta al personaje condicionado por un estado anímico, generalmente bajo,
empieza a gestar un deseo y lo lleva a cabo.
Otro recurso para indagar en el
psicologismo viene de la mano de Etelvina que a razón de su libro, investiga y
analiza con bastante minuciosidad los sentimientos, especialmente de don Germán
y doña Blanca a través de sus memorias; que rasa los limites de la
impertinencia actuando como un juez.
«-¿Qué
quiere saber, Etel?, ¿Si me quería?, ¿Cuánto me quería, cómo me quería?, ¿Si me
quería más o menos que al marqués de Resende?, ¿Es eso lo que quieres saber?»[4]
Por tanto, para hablar de deseos, la
autora necesita apelar al intimismo y a la psique humana, es decir, necesita
apelar a las razones que le conduzca a la fuerza vital necesaria para emprender
ese deseo.
EL
PERSPECTIVISMO
Brétema siempre mira, escucha y
rumorea a través del visillo. Cada acontecimiento es conocido y opinado por el
pueblo, especialmente doña Maruxa, que es la primera en propagar la información
de primera mano. No obstante, todos tienen necesidad de hacerse eco de la
noticia. Los rumores están siempre patentes en el ambiente de las vidas de los
habitantes: Se opinó mucho sobre la supuesta violación de Amalia, de la
profesión de Constanza, de la orientación sexual de Héctor, de la desmesurada
bondad de Consuelo, de la violación de la niña…
Existe una situación común para la
mayoría de actantes que abre y cierra la novela dándole perspectiva circular de
maitines a maitines: comienza con los “paseos” intempestivos de Héctor
Monterroso, lo que suscita opiniones de diferente índole, y finaliza el “paseo”
en la casa de Constanza, punto de partida, dando fin a los rumores.
«Tu
padre considera el tuteo un signo de confianza, igual que con la viuda alegre,
menuda zorra… ¿Vendrá de su casa?... ¿Eres idiota, de donde va a venir?... Ha
saludado a la doctora, otra que no duerme, con un marido así no es extraño»[5]
Queda patente la desconfianza de
Blanquita, ya que es la amante de Héctor, amén de la opinión que tiene de doña
Constanza y de la doctora.
Otras situaciones en las que muchos
habitantes no son presentes y el suceso se va expandiendo, es en los casos de
la violación de la joven y la muerte de Juanma, de la que todos a pesar de los
murmullos, se lamentan y quieren ayudar, porque en realidad son una gran
familia y frente a la adversidad se amparan.
«-¿Has
visto? seguro que nos están criticando. Estos visillos de Brétema me ponen enferma. -Cotillean, critican, murmuran…, pero si
alguien se cae en la calle salen corriendo a ayudarle»[6]
TEMAS Y SUBTEMAS
EL AMOR
«tú has sido lo que más he deseado en la vida»
El sentimiento amoroso es el tema
principal de esta novela, dado que está presente en todos los deseos de los
personajes. Es el motor de sus vidas y es la causa que les lleva a tomar
grandes decisiones.
Distinguimos
entre el “gran amor” y otros amores de menor magnitud, pero que también
repercuten en la vida de los personajes. Casualmente el “gran amor” no suele
ser correspondido y frente a estas frustraciones, damos remedios que nos llevan
a otras insatisfacciones. Deseados y deseantes pocas veces se ponen de acuerdo.
Es el caso de Consuelo que no tuvo en cuenta
que lo único que no se puede dominar son los sentimientos, ni los propios ni
los ajenos. Por mucho que ella deseara el accidente que llevó a la silla de
ruedas a Juanma y así crear dependencia hacia ella, nunca consiguió su amor,
lejos de esto, le llevó al odio.
De
amores y gran amor, queda bien ejemplificado en Constanza, que pese a las
relaciones que mantuvo con las tres generaciones Monterroso, ella sólo amó a
Hermes y no fue correspondida.
Aparentemente
hay un final feliz para Héctor Monterroso, que arriesgó a perder a Constanza anunciando
su amor a los cuatro vientos, y aunque ella accede a casarse con él, es difícil
pensar que remplace el “gran amor” que sintió por Hermes o el amor y profundo
respeto que tuvo por Pedro, su marido.
Otra
historia de amor y “gran amor” es el de Blanquita hacia Héctor Monterroso, que a priori sólo eran amantes, los
sentimientos de Blanquita que iban creciendo casi sin darse cuenta se vio
interrumpido por la inesperada ruptura de Héctor.
El
triunfo del amor, también aparece, como es el caso del triángulo amoroso entre
Blanca, Germán y Helena, ambas están enamoradas de Germán y en acto de amor por
él, Helena le llana el camino para el encuentro de Blanca y Germán. Este
triángulo se resuelve con la marcha de Helena a Estados Unidos.
El amor es una experiencia compleja que muchas veces resulta
inefable, que se resiste al análisis de la razón y que ha dado lugar, en el
ámbito de la creación artística, a variadas formas y modos de representarla y
expresarla.
La literatura amorosa viene a ser un asedio a esa compleja
experiencia afectiva que resulta tan difícil de expresar, que parece resistirse
al poder de la palabra para expresarla y que, sin embargo, ha producido algunas
de las más hermosas y significativas obras de la literatura universal.
EL SENSUALISMO
Más
que un amor idealizado, estas historias vienen con una gran carga de
sensualismo: el goce físico, la atracción, la pasión y la unión carnal de los
amantes. El sensualismo es visible en algunas tramas de la novela.
Quizá
la autora, inspirada en los novelistas decimonónicos, concretamente entre los realistas,
extrajo el amor como deseos e instintos del ser humano, expresa las relaciones
sexuales desde la mentalidad socio-cultural del momento, la nota de humor ayuda
a atenuar el erotismo pero sin tremendismo. El arte de sugerir es notable en
algunas descripciones muy sensualistas.
Además
proporciona un reflejo de la moral aceptada socialmente y la realidad en las
relaciones de la época como podría ser en Amalia y Dictinio, una relación que
se basa en la confianza de los años.
«Dictinio
coge la mano de su mujer y la acerca a su cuerpo. –Amalia, mira como estoy.
-¡Ay, Dictinio!, ¿cómo puedes?»[7]
Los procedimientos eufemísticos
empleados en la mayor parte de las relaciones
amorosas, sobre todo en el plano físico, como Hermes y Constanza, nunca accede
a la escena, aunque aluden a ella.
«A ti te gustaría que sintiese por ti lo mismo que tú
por mi: dos buenos amigos que se lo pasan estupendamente en la cama. Mi amor te
hacía sentirte incómodo y yo te evité esa incomodidad. Nunca te pedí nada, pero
esperaba con ansia lo que tú me dabas espontáneamente.»[8]
El realismo,
por ser imitación de la vida, debe encontrar un modo de decir adecuado a tal
situación, a tal «objeto» y así el estilo, con sus reticencias, sus eufemismos,
sus modos oblicuos, es también, hasta cierto punto, reflejo ya en sí mismo de
la realidad no literaria.
EL DOLOR
La
existencia angustiada necesita de deseos para consolarse en el desconsuelo. El
deseo amoroso busca en el deseado algo ajeno a él y como no lo encuentra, se
desespera y sufre. Hay algo destructivo y de egoísta en el fondo del amor,
porque se busca posesión, la fidelidad,
aparecen los celos, los rechazos o el dolor de no poder quererse libremente. Todos
estos factores desplazan el amor propio a un segundo plano.
El
deseo cuando es de carácter amoroso lleva implícita una parte de dolor, y al
amor se le ha dado la responsabilidad de hacer desaparecer la sensación de
vacío, de pérdida o carencia. Se espera del amor la satisfacción plena, lo que
lleva a verdaderas desdichas.
Cuando
nos encontramos en el otro lado del amor, el ser humano tiende con amargura a
recordar que tiempos pasados fueron mejores. No hay dolor más grande que el de acordarse
del tiempo feliz en la desgracia, no hay placer, en cambio, en acordarse de la
desgracia en el tiempo de la prosperidad. Esta idea nos recuerda directamente a
Constanza, que va y viene en sus recuerdos, con cierta nostalgia los evoca
rememorando a Pedro; o Consuelo, que tras el fallecimiento de Juanma,
reflexiona de lo feliz que él podría haber sido y no fue, y ella junto a
Héctor, rememoran el pasado común de la juventud. También Amalia, que no se
desprende de la memoria de Blanca y Helena.
Los
deseos se comportan como utopías: búsqueda de felicidad y sentido de la existencia. Sin embargo, utopía es
<ningún lugar> y forma parte de los sueños, los deseos forman parte de lo
terrenal, puede no ser perfecto ni idílico, pero es posible realizarlos sin esa
carga modélica de las utopías. Los deseos renuevan el transcurso de la vida,
generan cambios y buscan directrices, los deseos son más que un analgésico para
el dolor, indica un punto de partida que aparca todo lo anterior, aunque se
generen nuevos sufrimientos.
LA
MUERTE
Hay a quien el drama de la muerte le aterra, otros la ven como
parte de la vida, y otros como necesaria. El caso es que toda forma de vida es
finita, lo que obliga a replantear la existencia.
El hombre aprende que en cualquier forma
no puede durar, que los instantes son breves y la muerte siempre llega
demasiado pronto, el hombre se resiste ante la idea de su propia muerte o más
aún un mundo que lo va olvidando poco a poco,
y que no puede ser de otro modo.
Inseparable es la vida de la muerte, son las dos
caras de una misma realidad. Así, el problema del sentido de la existencia
humana llega a su grado máximo cuando el hombre se pregunta por la muerte. El
sentido de la vida varía, pues, de acuerdo con lo que el hombre piense de la
muerte ya que puede considerarla como un fin definitivo «en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada».
En
esta novela aparecen subtemas de la muerte: vida de ultratumba, el suicidio, la solitud del vivo, el deseo de
la muerte del otro o el deseo de la inmortalidad.
La vida de ultratumba queda bien ejemplificado con doña
Constanza y doña Benilde, éstas creen que las almas se han mudado al camposanto
y éste es el lugar de encuentro entre los vivos y sus muertos. Las
conversaciones que la muerte y sus próximos pasajeros sostienen, son de
profunda riqueza reflexiva.
La muerte como elección de una vida angustiada, es el caso de
Juanma, que tras perderlo todo: la familia, la novia, las amistades, su propia
vida…se ve en la encrucijada de seguir viviendo un sinsentido o acabar con todo
ello.
Otro caso distinto es Amalia, la prematura muerte de Blanca le ha
dejado un vacío que no ha conseguido suplir. Bien sea por el carácter de
Amalia, o bien por la estrecha relación que tenían, Amalia parece seguir
necesitándola. Es la actante más desamparada y solitaria tras la muerte de sus
amigas.
Generalmente se prefiere antes la muerte del vecino que la
propia, es el caso de Constanza, que desea la muerte de los sobrinos Monterroso
a fin de acallar sus habladurías. También Consuelo, que facilita la muerte de
Juanma, como liberación para ella, dado que la convivencia se había vuelto
imposible.
La impotencia de no poder controlar nuestra propia
existencia, puede que sea eso, la vulnerabilidad del ser humano, la que nos
permita seguir avanzando para perpetuarnos, para inmortalizarnos, aunque sólo
sea a través la obra literaria, como es la historia de Etelvina, que elabora
una novela acerca de la historia de la Braña. No escatima en afirmar sus deseos
de inmortalidad o pervivencia de figurar entre los grandes autores.
CONCLUSIÓN
Es
notable la influencia de los autores decimonónicos para Marina Mayoral, los
pos-románticos, naturalistas, costumbristas, pero sobre todo realistas, ya que
hay tramos de la novela que podrían dibujarse como un cuadro impresionista. No
obstante, predomina un estilo personal y una peculiar visión del mundo
vitalista, sin caer en el escepticismo.
El
final de la novela “La campana del convento se las monjas enclaustradas toca a
maitines. Comienza un nuevo día” es una invitación al carpe diem puesto que los días se suceden y frente a esta irrefrenable
realidad, invita a vivir intensamente.