24 abr 2012

La cortesía y otras teorías pragmáticas




Filología Hispánica
Análisis pragmático de la lengua española
María Dolores Jiménez
Priscila de Sousa Soares
Curso 2011-2012

Estudio interdisciplinar Deseos, una novela de Marina Mayoral
Análisis pragmático

    El objetivo de este trabajo es explicar algunas de las diversas teorías pragmáticas tomando como base algunos ejemplos extraídos de la novela de Marina Mayoral, Deseos[1]. Para proceder con el análisis, nos centraremos en las siguientes teorías: los elementos de la situación comunicativa; la deixis; la cortesía; y, por último, la teoría de la argumentación.
     Con la esperanza de lograr nuestro objetivo, iniciamos el análisis pragmático de Deseos.

1. Propuesta de análisis I: los elementos de la situación comunicativa.
     Antes de iniciar el análisis pragmático, creemos que es conveniente señalar, en primer lugar, qué es la Pragmática. En palabras de M. Victoria Escandell-Vidal:
    
La pragmática es […] una disciplina que toma en consideración los factores extralingüísticos que determinan el uso del lenguaje, precisamente todos aquellos factores a los que no puede hacer referencia un estudio puramente gramatical: nociones como las de emisor, destinatario, intención comunicativa, contexto verbal, situación o conocimiento del mundo van a resultar de capital importancia.[2]

     A continuación, se ofrecerán algunos fragmentos de los capítulos analizados en los que se puede apreciar la presencia de esos elementos que configuran la situación comunicativa.
     Antes proporcionar los ejemplos, quizá convenga citarlos brevemente e indicar cómo se clasifican. Los componentes que configuran la situación comunicativa suelen dividirse en dos grupos:

         ● los «materiales»: emisor, destinatario, enunciado y entorno (o contexto);
         ● y los «relacionales»: la información pragmática, la intención y la distancia
social.
     Conforme se vayan exponiendo algunos fragmentos, se podrá comprender qué papel desempeña cada uno de los elementos mencionados.

     Ejemplo I:
     Miguel dice adiós con la mano al hombre que sube a la cabina de un camión aparcado a la puerta del ambulatorio. Se inclina sobre el mostrador de la recepción y coge el teléfono. Se pasa la mano por la frente.
     Piensa qué vas a decirle, piensa un momento, Miguel, no la líes aún más. ¡Por Dios, qué suerte la tuya!...[3]

     En este primer fragmento, se pueden identificar:
1.      El emisor: «Con el nombre de emisor se designa a la persona que produce intencionadamente una expresión lingüística en un momento dado, ya sea oralmente o por escrito»[4]. Si se acepta esta definición de emisor, se infiere, por tanto, que en este segmento se pueden identificar dos emisores: el que emite el primer enunciado, es decir, el narrador; y el que emite el segundo, el personaje (Miguel). Interesa prestar especial atención al segundo enunciado, en el que el emisor coincide con el destinatario —se trata de un monólogo—.
2.      El enunciado: «[…] es la expresión lingüística que produce el emisor. […] el término enunciado se usa específicamente para hacer referencia a un mensaje construido según un código lingüístico». Se pueden identificar, por tanto, dos enunciados —uno emitido por el narrador y otro emitido por el personaje—.
3.      Destinatario: «Con el nombre de destinatario se designa a la persona (o personas) a la(s) que el emisor dirige su enunciado y con la(s) que normalmente suele intercambiar su papel en la comunicación de tipo dialogante»[5].  En el caso del primer enunciado, el lector es el receptor del mensaje que se enuncia, y no el destinatario. Creemos que este aserto es correcto, ya que el autor de la obra, aunque es consciente de que su mensaje ha de llegar al lector, no conoce a cada individuo que leerá su escrito. De este modo, no se dirige a nadie en concreto, sino a un público general. En el caso del segundo, destinatario y emisor coinciden ya que, como ya se ha señalado, se trata de la técnica del monólogo interior.
4.      Contexto: «Es el soporte físico, el «decorado» en el que se realiza la enunciación. Incluye como factores principales las coordenadas de lugar y tiempo»[6]. Cierto es que quien haya leído enteramente la novela sabrá identificar el contexto con todos los detalles posibles —los hechos ocurren en el año 1982, en Brétema; es temprano, Miguel es un enfermero que en el momento de los enunciados señalados está de guardia en el ambulatorio del pueblo; atraviesa un momento de tensión («se pasa la mano por la frente», que, gracias a la información pragmática compartida por el narrador y el lector, permite que se infiera dicho significado)…—. Sin embargo, si el receptor de estos enunciados no tuviera más información que la facilitada en este fragmento, simplemente se podría señalar como contexto el ambulatorio, la breve descripción del interior de este —el mostrador, la recepción…—.
5.      Información pragmática: «Por información pragmática entenderemos el conjunto de conocimientos, creencias, supuestos, opiniones y sentimientos de un individuo en un momento cualquiera de la interacción verbal. Emisor y destinatario, en cuanto sujetos, poseen una serie de experiencias anteriores relativas al mundo, a los demás, a lo que les rodea…»[7]. El fragmento que analizamos es especialmente interesante si lo que se quiere señalar es la información pragmática.
         En cuanto al primer enunciado, se puede leer «Miguel dice adiós con la mano al hombre que sube a la cabina de un camión aparcado a la puerta del ambulatorio». Es precisamente ese «dice adiós con la mano» el indicativo de que emisor y destinatario comparten unos conocimientos del mundo, lo que Dik llama «información pragmática general». Póngase el caso de que el emisor dirija tal gesto al destinatario y este no comparta sus conocimientos culturales con aquel: este último no comprenderá el objetivo o la intención del emisor —el narrador no lo explicita, pero se supone que el destinatario responde positivamente al saludo; en caso contrario, el narrador habría señalado la extrañeza del destinatario ante el gesto del emisor—. Al compartir la información pragmática, ambos entienden que decir adiós con la mano significa ‘saludarse’, ‘despedirse’…
         En el caso del segundo enunciado, emisor y destinatario coinciden. En casos como estos, es decir, monólogos, es muy improbable que emisor y destinatario no compartan la información pragmática, ya que se trata de la misma persona.

6.      La intención: «Se trata de la relación entre el emisor y su información pragmática, de un lado, y el destinatario y el entorno, del otro. Se manifiesta siempre como una relación dinámica, de voluntad de cambio»[8].
En el primer enunciado, por ejemplo, se puede identificar la intención
del emisor, cuando este «dice adiós con la mano». Alcanza su meta ya que el destinatario comparte con él la información pragmática y el entorno o contexto.

7.      Distancia social: «El […] tipo de relación […] que existe entre los interlocutores por el mero hecho de pertenecer a una sociedad (es decir, a una organización humana con una estructura social). […] el emisor construye su enunciado a medida del destinatario. Uno de los factores que debe tener en cuenta, por tanto, es el grado de relación social entre ambos. De este modo, la distancia social impone una serie de selecciones que determinan la forma del enunciado»[9].
Siguiendo el mismo ejemplo —el primer enunciado—, se puede inferir
que emisor y receptor no mantienen ningún tipo de relación que llegue más allá de la cortesía —en caso contrario, podrían haberse saludado verbalmente, por ejemplo—. Además, el mismo narrador sugiere que ambos no se conocen, al menos no íntimamente, ya que al destinatario no le asigna ni siquiera un nombre, se trata simplemente de un hombre al que Miguel saluda.

2. Propuesta de análisis II: la deixis.
     Partiendo de la teoría, analizaremos cómo soluciona el lector el problema de la interpretación de los deícticos y cuáles son las herramientas proporcionadas por el texto para resolver este problema. A partir de los fragmentos que nos han sido asignados para este trabajo, identificaremos en algunos segmentos concretos:
1. los elementos deícticos de persona, lugar, tiempo, discurso y social;
2. también señalaremos cuáles son los puntos de anclaje no marcados que constituyen en centro deíctico; y, por último,
3. analizaremos cómo se soluciona el problema de la interpretación de los usos deícticos gestuales y simbólicos —indicaremos qué elementos se nos facilitan para que podamos resolver el problema de la interpretación de elementos que requieren compartir el contexto espacio-temporal o que requieren un control físico del evento de habla—.
     A continuación, en el ejemplo número I, ofrecemos un fragmento de la obra de Marina Mayoral en el que podemos señalar los elementos deícticos de persona, lugar, tiempo, discurso y social; partiendo del mismo ejemplo, también señalaremos los puntos de anclaje no marcados que constituyen el centro deíctico[10]:

     Ejemplo[11]:

Miguel oye los pasos que se acercan a su cuarto, pero no varía la postura [su postura, es decir, la postura que adopta el centro deíctico principal de este fragmento: Miguel]. Está [elemento deíctico anafórico marcado por el verbo, que alude a Miguel: ‘(Él) Está’] tumbado boca arriba sobre la cama [elemento deíctico de lugar; se refiere a la cama que está en el cuarto de Miguel, es decir, a la cama de Miguel] con las piernas [las piernas de Miguel. Miguel es, por tanto, una vez más el centro deíctico] flexionadas y se cubre los ojos con un brazo (‘se cubre sus propios ojos’, los ojos de Miguel, ‘con su propio brazo’][12]. Una mujer mayor entra [¿Dónde? En el cuarto de Miguel, personaje que sigue siendo el centro deíctico] sin hacer apenas ruido, pone [verbo marcado cuyo referente es la madre de Miguel] una almohada bajo las rodillas de Miguel [Aquí, a diferencia de los casos anteriores, hay la necesidad de mencionar el referente de las «rodillas», ya que si se utilizara el deíctico sus podría darse un caso de ambigüedad, ocasionado por la aparición de un segundo personaje cuyos deícticos también se emplearían en tercera persona del singular; es decir, no sabríamos si el referente o el centro deíctico sería la mujer o Miguel], lo [elemento deíctico anafórico que alude a Miguel] cubre con una manta de viaje, le separa [elemento deíctico anafórico que, una vez más, alude a Miguel] el brazo con suavidad y le coloca [elemento deíctico anafórico, y catafórico, ya que gracias a este le el lector infiere que lo que viene a continuación, es decir, los ojos y la frente son partes del cuerpo de Miguel, y no de la mujer] sobre los ojos y la frente un paño húmedo. Miguel gruñe ligeramente:

      Está helado. Y me va a teñir las pestañas. [Gracias al narrador, sabemos que el verbo marcado hace referencia al paño húmedo].
      No es manzanilla, es menta. ¿No notas el olor?
      Estoy tan cansado que no noto nada. [Centro deíctico del verb: Miguel]

     La mujer se sienta a un lado de la cama [deíctico de lugar, que indica que se trata de la cama de Miguel, centro deíctico].

      ¿De verdad has comido? Un café habrás tomado. Y tantas horas sin dormir, Ángel [Elemento deíctico social: esta señora es la madre de Miguel, por eso se refiere a él llamándolo Ángel], ¿no te [elemento deíctico social; al tratarse de la madre de Miguel, se establece una relación social informal] apetece un caldito?
      No [Aunque se ha omitido, esta negación implica que haya detrás de la misma un elemento deíctico que hace referencia al enunciado —‘no me apetece un caldito’—: deixis discursiva]. He tomado un bocadillo.
      Un bocadillo, ¿de qué? [Aquí sucede lo mismo: se omite el enunciado ‘has tomado un bocadillo de qué].
      Madre [Deíctico que hace referencia a una mujer, a esa mujer hasta ahora no identificada que ha estado siendo mencionada por el autor], no me sometas [Deíctico de persona de madre, y a la vez deíctico social, por la relación íntima existente entre madre e hijo] ahora [Deíctico temporal] a un tercer grado. Por hoy ya he tenido bastantes interrogatorios [El lector infiere, tras la lectura de los capítulos anteriores, la situación espacio-temporal; de este modo, este hoy hace referencia al momento de estrés por el que atraviesa Miguel tras todos los sucesos vividos en el ambulatorio de Brétema]. Por cierto, vamos a repasar lo que [Deíctico discursivo, que hace referencia a los enunciados que deberá emitir la madre; en este caso sería catafórico, ya que aún no sabemos qué debe que decir la madre de Miguel] tienes que decir si tuvieses que declarar. ¿Quieres repetírmelo por favor? [Lo: ‘lo que tiene que decir la madre de Miguel’. Se trata, por tanto de un deíctico discursivo, ya que se refiere a una serie de enunciados que tendrá que pronunciar la madre; el problema que se presenta aquí es que el lector todavía no los conoce; es un deíctico catafórico].

     Miguel levanta un extremo del paño que le [Deíctico de persona, ‘a Miguel’] cubre ojos y frente y mira a su madre [Deíctico de persona, que alude a la madre del centro deíctico, es decir, a la madre de Miguel]. Está sentada [Deíctico de persona; inferimos que se trata de la madre de Miguel gracias al verbo y al adjetivo, marcado en femenino, que permite que el lector concluya que, al ser Miguel un hombre, es imposible que sea este el que esté sentado] con las manos sobre la falda, una sobre la otra [Una mano sobre la otra].
     la conoces bien [Miguel se dirige a través del monólogo interior a sí mismo: deíctico de persona y, a la vez, social, ya que para hablar consigo mismo, el emisor no utilizará usted]. Parece [La madre] una niña obediente y tranquila [Elementos marcados que indican que se trata de una mujer], pero sus pulgares giran uno sobre otro rápidamente. [En este fragmento, el centro deíctico de persona deja de ser Miguel y pasa a ser la madre de este].

     Tras el análisis de este fragmento, podemos concluir que los dos aspectos más relevantes a destacar son:
         ● el centro deíctico: sabemos que la deixis está organizada de manera egocéntrica; esto quiere decir que todos los elementos deícticos se organizarán partiendo de un núcleo o centro. En el caso del fragmento que se ha expuesto, el principal centro deíctico es el personaje Miguel —podemos hablar, por tanto, de centro deíctico de persona—. Se pueden apreciar otros centros deícticos, por ejemplo, el de lugar —que, en el caso del segmento analizado, es el cuarto de Miguel—; el centro deíctico social —si partimos del hecho de que Miguel se dirige verbalmente a su madre tuteándola, por ejemplo, porque calcula su relación con ella partiendo del hecho de que él es su hijo—…
● el papel que desempeña el narrador: gracias a sus indicaciones podemos relacionar los deícticos con sus referentes. El narrador crea el contexto para que a partir de él el lector pueda identificar y relacionar los elementos deícticos, que en ocasiones pueden estar omitidos.

3. Propuesta de análisis VIII y IV: la cortesía y principio de cooperación y máximas de Grice
     En este apartado analizaremos conjuntamente la cortesía y las máximas de Grice. Nos centraremos sobre todo en la explicación de las diferentes teorías de la cortesía propuestas por diferentes autores. A partir de ello, señalaremos ejemplos en la obra en los que podemos apreciar el uso de la cortesía y, en ocasiones, el consiguiente incumplimiento de las máximas de Grice.
     Antes de iniciar el análisis propiamente dicho, ofreceremos un acercamiento al concepto de cortesía, ofrecido por M. Victoria Escandell Vidal. La cortesía, según esta autora, es un mecanismo que intenta reducir las tensiones creadas en la interacción y consiste también en el uso de estrategias que atenúen el carácter negativo de algunas afirmaciones. En su obra, la autora añade que «la cortesía se considera como un principio superior, que explica y hace legítima la transgresión de las máximas»[13]. ¿Qué significa esta última afirmación?
     Si recordamos las máximas conversacionales propuestas por Grice, sabemos que, para que el acto comunicativo entre diferentes locutores sea productivo y exitoso, se deben respetar unas máximas —la de cantidad, de calidad…—. El uso de la cortesía implica, en ocasiones, el incumplimiento de esas máximas conversacionales. De ahí esa «superioridad» de la cortesía ante cualquier otro tipo de regla, incluso ante las máximas propuestas por Grice.
     Veamos, a continuación, un ejemplo extraído de Deseos:

     La niña no llora, pero respira con dificultad y los estremecimientos sacuden su cuerpecillo menudo.
     —No habla, no me contesta… Está sangrando por la boca… Se va a morir…
     Miguel suspira y le acaricia de nuevo la cabeza.
     —Respira despacio, así como yo, despacio. No, no se va a morir. No está sangrando, tiene sólo un poco de sangre en la boca, cuando venga la doctora se la limpiará… […][14]

     Vemos en este fragmento que Miguel no respeta la máxima de calidad propuesta por Grice: no debería garantizar a la niña que su hermana no se va a morir, ya que él no puede saber si va a sobrevivir o no —de hecho, es consciente de que hay una gran posibilidad de que se muera—; la misma máxima la transgrede otra vez al negar lo que es evidente a los ojos de la niña: que su hermana está sangrando. Pero el incumplimiento de esta máxima por parte de Miguel es perfectamente justificable si se tiene en cuenta que pretende tranquilizar a su interlocutor, una niña. Es evidente, por tanto, que en ocasiones «las necesidades de la cortesía sobrepasan los requisitos de los principios conversacionales»[15].
     Sin embargo, debemos hacer un inciso en cuanto al uso de la cortesía. Cuando lo realmente importante es transmitir eficazmente cierta información, y especialmente cuando dicha información interesa en particular al destinatario, la necesidad de concisión y claridad hacen prevalecer los principios conversacionales por encima de la cortesía. Veamos un ejemplo extraído de Deseos:

Miguel, no hay tiempo que perder. Me voy con ella. Héctor puede conducir, se sabe el camino y está acostumbrado a llevar furgonetas. Llama a Urgencias del Hospital de la Costa para que esté preparado el quirófano. Diles que probablemente tiene perforación del pulmón derecho. Tú localiza a los padres… ¡Ah! Dime el nombre, por poco se me olvida, habrá que hacerle una ficha…[16]

     Es cierto que el emisor de este enunciado se dirige a su destinatario empleando verbos en imperativo —es decir, da órdenes—, a ninguno de los cuales les acompaña un atenuante propio de la cortesía —por favor, ¿podrías?...—. Sin embargo, no se debe pensar que se trata de un emisor descortés, porque ya al principio del enunciado este advierte que «no hay tiempo que perder». En situaciones límites tiene lugar lo que llamaríamos intercambio transaccional: el emisor procurará asegurar que la información que emite llega correcta y eficazmente a su destinatario —y en el caso del ejemplo expuesto, al tratarse del traslado de una paciente cuya vida peligra, el emisor decide prescindir de cualquier marca de cortesía—. En casos como estos, los principios conversacionales tienen prioridad sobre la cortesía.
     Tras esta breve introducción, procederemos con el análisis de la cortesía basándonos en los capítulos seleccionados de la obra de Marina Mayoral. Aplicaremos el concepto de cortesía teniendo en cuenta:

         ● Las reglas de cortesía de Lakoff.
         ● El principio de cortesía de Leech.
         ● El concepto de imagen pública, de Brown y Levinson.

     Empezaremos el análisis aplicando las reglas de cortesía de Lakoff al fragmento seleccionado. Las reglas propuestas por esta autora se basan en:
-         ser claro,
-         y ser cortés.
     Para la primera propuesta, deberemos recordar las máximas de cooperación que propone Grice. Para la segunda, la autora recomienda que el interlocutor:
-         no se imponga.
-         ofrezca opciones,
-         y refuerce los lazos de camaradería.

     En el ejemplo que ofrecemos a continuación[17], podemos apreciar las dos primeras reglas:

(A) —¿No será que los otros la violaron y sólo él la pisó? Quizá antes de morir quiso disculpar a sus amigos de esa segunda agresión.

(B) —No. Quiso decir que él no la violó, que sólo la pisó y que los otros hicieron las dos cosas.

     En el caso de (A), se respeta la regla de no imponerse. El interlocutor (A), probablemente cree que «los otros la violaron y sólo él la pisó»; sin embargo, ameniza sus creencias para no imponérselas a su interlocutor, y así evita una situación descortés e incómoda. Ameniza su creencia utilizando No será, y también quizá. Sería mucho más brusco y descortés si su enunciado fuera, por ejemplo, el siguiente: Creo que los otros la violaron y solo él la pisó. Seguramente antes de morir quiso disculpar a sus amigos de esa segunda agresión. Si impusiera sus creencias sin amenizarlas, estaría proyectando sobre su interlocutor sus ideas e imponiéndoselas, y así ocasionaría una situación descortés y desagradable.
     En el caso de (B), este interlocutor no ofrece opciones al primero: le proporciona una respuesta tajante. Debemos identificar en este fragmento el deseo de comunicar —los principios conversacionales—, que prevalece sobre cualquier voluntad de cortesía. Es significativo, por tanto, tener presente que los actos cortesía, en ocasiones, dependerán de las preferencias del emisor: si prefiere aceptación social o, en cambio, si prefiere que su mensaje sea plenamente informativo.
     En cuanto a la tercera regla, cuando Lakoff sugiere que reforcemos los lazos de camaradería, recomienda que pongamos a nuestro(s) interlocutor(es) en una situación agradable. Debemos mostrar interés ante la persona con la persona con la que nos comunicamos e implicarnos en sus cuestiones. El ejemplo que ofrecemos a continuación es ideal, ya que este tipo de situación se da frecuentemente en contextos conversacionales entre médicos y pacientes. Leamos el siguiente fragmento, en el que Miguel, tras oír lo que le explica la niña acerca del maltrato que recibe de su padre, le contesta:

—A mí también me pegaba mi padre cuando era pequeño, ¿sabes? Conmigo no tienes que tener vergüenza. Tú y yo vamos a ser buenos amigos, ya verás.[18]

     Vemos, por tanto, que Miguel demuestra a la niña que se siente identificado con su situación, le transmite empatía, le intenta convencer de que no se avergüence, porque él la comprende perfectamente. La afirmación de que serán buenos amigos refuerza el sentimiento de camaradería que ha intentado transmitir.
     A continuación, procederemos con el análisis partiendo del principio de cortesía propuesto por Leech. Según este autor:

[…] la cortesía, entendida en sentido absoluto, «se evalúa en una escala de términos del coste o del beneficio que suponga el cumplimiento de la acción para el destinatario o el emisor. Así, la acción es intrínsecamente más «descortés» cuanto mayor es el coste para el destinatario y menor su beneficio; y es más «cortés» en el caso contrario, es decir, cuanto mayor sea el coste para el emisor y mayor el beneficio para el destinatario.[19]

     A partir de esta información, ofreceremos algunos fragmentos de Deseos en los que podemos localizar ejemplos de las máximas de Leech. Leamos el siguiente fragmento, en el que Miguel está en su cuarto, descansando tras un ajetreado día de trabajo:

     La mujer se sienta a un lado de la cama.
     —¿De verdad has comido? Un café habrás tomado. Y tantas horas sin dormir, Ángel, ¿no te apetece un caldito?
     —No. He tomado un bocadillo.
     —Un bocadillo, ¿de qué?
     —Madre, no me sometas tú ahora a un tercer grado. Por hoy ya he tenido bastantes interrogatorios. Por cierto, vamos a repasar lo que tienes que decir si tuvieses que declarar. ¿Quieres repetírmelo, por favor?[20]

     En este fragmento se pueden señalar algunas de las máximas de Leech. Empezaremos mencionando las que se evidencian en los enunciados emitidos por Miguel.
● En su primer enunciado, Miguel ya demuestra una actitud completamente reacia a cualquier ofrecimiento de su madre. Podríamos señalar en «No. He tomado un bocadillo» el incumplimiento de la máxima de aprobación: su respuesta, carente de cualquier marca de cortesía —podría haber dicho No, gracias— demuestra cierto desprecio hacia la propuesta de su madre. Este mismo enunciado transgrede también la máxima de simpatía.
● En «Madre, no me sometas tú ahora a un tercer grado» vemos que también transgrede la máxima de tacto —«suponga que usted es el autorizado, y su interlocutor es quien debe autorizar»—. Aquí no se explicita ningún atenuante de cortés, lo que Leech también llama cortesía negativa, un tipo de cortesía que «[…] consiste en minimizar la descortesía de las ilocuciones descorteses […]»[21]. Los actos directivos —las órdenes, los pedidos…— suelen ser intrínsecamente descorteses. La función de la cortesía negativa es amenizar esas ilocuciones descorteses por naturaleza. En el ejemplo que hemos ofrecido, sabemos que Miguel vuelve fatigado del trabajo, y además su interlocutor es su madre, de este modo él no cree necesario utilizar ningún mecanismo propio de la cortesía.
     En este mismo fragmento, encontramos un ejemplo de cortesía negativa: «¿Quieres repetírmelo, por favor?». Miguel utiliza atenuantes para convertir una formulación intrínsecamente descortés —de otro modo, formularía una orden: Repítemelo— en otra más cortés.
     Ahora bien, analicemos el siguiente enunciado emitido por la madre de Miguel: «¿De verdad has comido? Un café habrás tomado. Y tantas horas sin dormir, Ángel, ¿no te apetece un caldito?». Podemos señalar que se respetan:
         ● la máxima de simpatía y la de generosidad: la madre formula dos preguntas en las que son evidentes las marcas de cortesía. En primer lugar, se preocupa por el beneficio del destinatario olvidándose del suyo —«¿No te apetece un caldito?» (máxima de generosidad)—; y muestra una actitud preocupada, amable y gentil —«¿De verdad has comido?»—.
     Ahora que ya se han explicado algunas de las máximas de Leech, señalaremos brevemente su presencia o ausencia en otros fragmentos de la obra:

(A)
—Tú di solo lo que habíamos acordado: que el doctor Beloso estaba contigo a las seis de la mañana. Del resto ya me encargo yo. Y tráeme ese caldo, anda, mamá, creo que empiezo a sentir debilidad.

[…]

(B)
—Enseguida de lo traigo, corazón, y después te duermes un rato y ya verás como te mejora la jaqueca.[22]

     En (A) podemos señalar la transgresión de la máxima de tacto y de simpatía: el emisor emplea muchos imperativos — además, prescinde del mecanismo de la cortesía negativa para atenuarlos—. En el caso de este ejemplo, quizás sería interesante señalar la posible razón de la ausencia de la cortesía. Se da preferencia a lo que se ha llamado intercambio transaccional, es decir, prima el deseo de informar —los principios conversacionales— sobre el de ser cortés. En este fragmento Miguel explica que se marea, y quizás sea esta la razón por la que se apresure en decir a su madre que le traiga el caldo.  En (B) apreciamos la máxima de simpatía y la de generosidad.
     Para finalizar este apartado, procedemos con el análisis de la cortesía partiendo de la teoría de la imagen pública, propuesta por Brown y Levinson.
     Antes de empezar el análisis, ofreceremos un breve acercamiento al concepto de imagen pública:

El concepto de imagen es la noción central dentro de la teoría de Brown y Levinson. De la necesidad de salvaguardarla se derivan todas las estrategias de cortesía. La cooperación entre los hablantes se basa precisamente en el supuesto compartido de que la imagen pública es vulnerable, de que hay que ponerla a salvo, y de que una manera de hacerlo consiste precisamente en no dañar ni amenazar la de los demás.[23]

     Partiendo de esta definición, inferimos que todos los individuos tienen su imagen pública y, por consiguiente, quieren mantenerla a salvo. También se debe tener presente que existen numerosos tipos de acciones creadoras de conflictos de intereses que peligran la imagen pública. A estas acciones las nombraremos acciones que amenazan la imagen pública. En casos en que se den esas acciones, lo más general es que el emisor procure amenizar la potencial amenaza para conservar su imagen y lograr su fin comunicativo. De ahí la necesidad del uso de la cortesía.
      Brown y Levinson hablan de cinco estrategias destinadas a aminorar el peligro de la amenaza que ciertas acciones pueden ocasionar a la imagen pública:

I.                   Estrategia abierta y directa.
II.                 Estrategia abierta e indirecta, con cortesía positiva.
III.              Estrategia abierta e indirecta, con cortesía negativa.
IV.               Estrategia encubierta.
V.            Estrategia que evita la AAIP —podríamos resumir en un solo grupo las estrategias IV y V—.
    
     Conforme vayamos ofreciendo ejemplos extraídos de la obra de Marina Mayoral, iremos explicando las diferentes estrategias citadas.
     Leamos el siguiente fragmento de Deseos:

—¿No se va a morir?
—No, no, no pienses eso. Tienes que hacerme caso.[24]

     En este diálogo, si observamos la respuesta del segundo interlocutor, podemos detectar la estrategia abierta y directa. En estos casos, «el emisor muestra claramente su deseo de hacer partícipe al interlocutor de su intención sin ocultarla»[25]. No apreciamos ninguna marca de cortesía, sino todo lo contrario: órdenes marcadas por el uso de verbos en imperativo, todas carentes de atenuantes. Esta estrategia, que puede parecer descortés, se ve justificada por el fin de su emisor: Miguel, como enfermero, debe intentar tranquilizar a su destinatario, y para lograr su fin prescinde de otras estrategias de cortesía más efectivas.
     Leamos el siguiente fragmento extraído de la obra Deseos:

—Sí, mamá. Pero hay que ayudar a quienes nos ayudan. Y ahora hay que ayudar a la doctora y al doctor Beloso.[26]

     En este fragmento, podemos observar lo que Brown y Levinson llaman estrategia abierta e indirecta con cortesía positiva. En este tipo de estrategias, cuyo fin es amenizar en cierto grado la violencia de determinadas ilocuciones,

«[…] el emisor, sin dejar de mostrar claramente su intención, trata de compensar o reparar de alguna manera el posible daño o amenaza a la imagen pública que supone la realización de un determinado acto […]. Quiere ser una muestra de intimidad, familiaridad y amistad, y construye una plataforma común para la interacción»[27].

     En el caso del ejemplo facilitado, Miguel pretende convencer a su madre de que colabore en la justificación de la ausencia del doctor Beloso en el ambulatorio de Brétema. Para conseguir su fin, podría utilizar la estrategia abierta y directa, sin embargo, sería menos empática y menos cortés:

-         Sí mamá. Tienes que ayudar a quienes te ayudan. Y ahora tienes que ayudar a la doctora y al doctor Beloso.

     En el caso del fragmento original, el emisor utiliza la perífrasis de obligación hay que, convirtiendo esta obligación en algo impersonal e incluso incluyéndose a sí mismo a través del pronombre nos. Está claro que ayudar a los doctores dependerá solamente de lo que diga la madre de Miguel, es decir, de la acción de esta. Además, se sabe que los doctores citados han favorecido directamente a la madre de Miguel, no a este, ya que trataban la salud de la madre. Sin embargo, al incluirse Miguel en la obligación de la perífrasis, dicho emisor ameniza una situación violenta en la que hubiera podido parecer agresivo y dañar, de este modo, su imagen ante el destinatario.
     Otro ejemplo de estrategia abierta e indirecta con cortesía positiva:

No la toques, por favor… Le voy a echar otra sábana por encima, pero tú no la toques. ¿Me comprendes, Paloma? Siéntate en tu silla y estate quietecita. O mejor ven conmigo al teléfono.[28]

     En este enunciado, apreciamos el contraste entre las enunciaciones directas —subrayadas en imperativo—, que, de no ser por la presencia de los atenuadoresdestacados en negrita— podrían ser interpretadas por su destinatario como órdenes violentas. Vemos, por tanto, que el emisor intenta alcanzar su objetivo, es decir, transmitir un mensaje concreto al destinatario; sin embargo, intenta atenuarlo a través de la cortesía para que su enunciado parezca familiar y amistoso, y así evitará transmitir a su destinatario una mala imagen de sí mismo.
     En cuanto a la estrategia encubierta y la de evitar la AAIP[29], podemos señalar que

[…] el emisor pretende, en cierto modo, enmascarar o disimular su verdadera intención. El emisor quiere evitar que le sea atribuida la responsabilidad de haber realizado un acto amenazador. Al llevarlo a cabo encubiertamente, deja al destinatario la tarea de decidir cómo interpretarlo. De este modo, el emisor se reserva la posibilidad de no comprometerse con la intepretación más amenazadora del enunciado, y poder «refugiarse» en otra.[30]

     Un ejemplo sería:

—¿Doctora?... Doctora, soy Miguel. Perdone que llame a estas horas. ¿La he despertado?... Edelmiro […] ha traído a una chica […]. Está muy mal. […] De acuerdo: aviso a la Guardia Civil y un parte para el juez, enseguida lo hago, doctora, pero qué hago con su hermana, es una niña de diez años y está con un ataque de nervios, llora sin parar y no sé qué hacer con ella… A la niña le he dado el valium, ¿qué hago con la otra? Me da miedo que se me muera sin ningún médico aquí… Gracias, doctora. Estoy en la sala de curas con las dos. A la pequeña no la puedo dejar sola, porque se va a abrazar a su hermana y si tiene perforación… Gracias, doctora. La espero

     En este fragmento, vemos que el emisor se siente incómodo al molestar a su superior, que probablemente estaría en su casa descansando. Si observamos las partes de este enunciado destacadas en negrita, veremos que el deseo del emisor no es otro sino que su superior, en este caso, la doctora, se presente en el hospital ya que no hay ningún otro médico allí y Miguel demuestra cierta incertidumbre al no saber exactamente qué hacer con la víctima y su hermana.
     Sin embargo, no aventura pedir, ni siquiera educadamente, de manera directa a doctora que esta se dirija al hospital, ya que el emisor del enunciado es consciente de que solicitar algo así en el momento de descanso de su superior puede ser arriesgado para su imagen. Y precisamente gracias a la estrategia que utiliza, alcanza el fin que persigue —lo podemos apreciar en la parte subrayada del fragmento que analizamos—: se presupone de la respuesta final del emisor que la doctora se ha ofrecido a presentarse en el ambulatorio.

4. Propuesta de análisis: teoría de la argumentación.
     A continuación, ofrecemos una aproximación a esta teoría, partiendo de la obra de M. Victoria Escandell-Vidal:
    
[…] argumentar es aducir argumentos en favor de una determinada conclusión. Lo que quieren mostrar Anscombre y Ducrot es que los principios que rigen los encadenamientos argumentativos dependen fundamentalmente de la propia estructura lingüística de los enunciados, y no solo de su contenido. El punto central de la teoría va a ser, por tanto, mostrar cuáles son los elementos, las reglas y los principios que determinan la organización externa y la interpretación de las argumentaciones.[31]

     Según la teoría de la argumentación de Anscombre y Ducrot, la argumentación lógica y la argumentación discursiva no funcionan de la misma manera. La argumentación lógica se rige por unos principios invariables: manifiesta un número de argumentos preestablecidos que dan lugar a una conclusión; y, además, dicha conclusión es necesaria y automática —de ahí que se la califique como lógica—, y no posibilita, por tanto, la existencia de más de una conclusión. La argumentación discursiva, en cambio, no se guía por reglas lógicas, sino que depende de otros factores. Estos últimos permitirán que las argumentaciones discursivas produzcan conclusiones mucho menos limitadas que en el caso de las argumentaciones lógicas.
     En este apartado, nos centraremos en los conceptos centrales de la teoría de Anscombre y Ducrot. Los explicaremos a medida que vayamos facilitando fragmentos de la obra de Marina Mayoral, para así poder comprenderlos eficazmente. Los conceptos que desarrollaremos a continuación son los siguientes:

         ● Marcador argumentativo.
                   ◊ Operador argumentativo.
                   ◊ Conector argumentativo.
        
         ● Escala argumentativa.
         ● Topoi.

     Empezaremos tratando el tema de los marcadores argumentativos. Según la teoría de Anscombre y Ducrot, los marcadores argumentativos son aquellos «elementos lingüísticos que sirven para marcar la orientación argumentativa de un enunciado»[32]. Pueden dividirse en operadores argumentativos —aquellos que afectan a un único enunciado— y conectores argumentativos —aquellos que enlazan dos o más enunciados—.
     Los operadores argumentativos modifican el potencial argumentativo de un enunciado. Es decir, según el operador que se emplee en un enunciado a, se invalidan las posibles variaciones de un enunciado b. Para mejor entendernos: un nuevo enunciado —o una conclusión— será posible o no en función de esos operadores argumentativos presentes en un enunciado principal. Veamos un ejemplo:

Héctor se dirige a Consuelo.
—Consu, ¿puedo ayudar en algo?
Consuelo vacila un momento.
—Creo que sí, si no te importa. Vamos a necesitar ayuda para meter a la chica en la ambulancia. Las camillas pesan mucho y yo tengo pocas fuerzas. […].[33]

     Centrémonos ahora en los enunciados en negrita. Invertiremos el orden de ambos —en vez de conclusión-argumento, presentamos argumento-conclusión— para así comprender mejor la función de los operadores argumentativos:

(1)   «Las camillas pesan mucho y yo tengo pocas fuerzas».
(2)   «Vamos a necesitar ayuda para meter a la chica en la ambulancia».
     En (1) podemos apreciar los operadores argumentativos mucho y pocas, que hacen referencia al peso de las camillas y a la fuerza física de la emisora, respectivamente. Ambos operadores actúan como limitadores de las posibilidades de variación del enunciado (2). Imaginemos, por ejemplo, una segunda posibilidad para (2):

(3)   *NO vamos a necesitar ayuda para meter a la chica en la ambulancia.

     Como se puede apreciar, (1) no admite como posible continuación el ejemplo (3), ya que (3) está en función de los operadores de (1). Es decir, en (1) el emisor afirma que carece de fuerzas para mover unas camillas que pesan mucho; de este modo, parece inverosímil aceptar un nuevo enunciado en el que ese mismo emisor rechace la ayuda ofrecida.
     Ahora bien, señalemos el otro tipo de marcadores argumentales: los conectores argumentativos. Estos marcadores, como bien indica su nombre, conectan o «enlazan dos o más enunciados que intervienen en una estrategia argumentativa única»[34]. De este modo, convierten en una única unidad argumentativa a un conjunto de enunciados. Veamos un ejemplo:

—Estaba muy oscuro… Llevaban un… una…
—Un pasamontañas, así que no pudiste verles la cara. […].[35]

     Fijémonos en el segundo enunciado, emitido por el personaje Miguel. En él, vemos en negrita un conector cuya función es introducir una conclusión al argumento anteriormente expuesto —argumento = [Llevaba] Un pasamontañas—. Señalamos la función de este conector, porque este es uno de los aspectos que se tiene presente en el momento de clasificar los conectores argumentativos. Observamos, por tanto, la siguiente estructura:

Argumento, así que Conclusión

     También debemos señalar que los conectores argumentativos imponen sus propias restricciones en cuanto al orden de aparición de los elementos. La siguiente secuencia no sería aceptable:
         - *Así que no pudiste verles la cara, llevaban un pasamontañas.
     Con esto, no pretendemos negar la posibilidad de que la conclusión preceda al argumento. Sería perfectamente aceptable No pudiste verles la cara, porque/ya que llevaban un pasamontañas. Simplemente se trata de aceptar que «El orden relativo en que aparezcan argumentos y conclusión depende, pues, de las propiedades lingüísticas del conector empleado»[36], y en el caso de así que, no podemos aceptar más variaciones.
     En cuanto a la valencia de este conector, es decir, los elementos que exige, podemos afirmar que se trata de un conector argumentativo bivalente —exige un único argumento con su correspondiente conclusión—. Veamos, pues, su estructura:

     El último criterio de clasificación de los conectores argumentativos es el que hace referencia a la orientación argumentativa de los elementos que enlazan. Hay dos tipos: los argumentos coorientados —van en la misma dirección argumentativa— y los antiorientados —van en direcciones diferentes, y ocasionan de este modo conclusiones también diferentes—. En el caso de los conectores bivalentes, la orientación será siempre coorientada. Es este el caso del ejemplo que hemos expuesto: el único argumento del conector permite inferir la conclusión.
     Para finalizar este apartado, señalaremos otro fragmento de Deseos y así procederemos con la explicación de las escalas argumentativas y los topoi.
     La escala argumentativa hace referencia al orden del conjunto de argumentos coordinados. Es decir, los argumentos se dispondrán en un orden determinado de acuerdo con su relevancia, ya sea superior o inferior.
     Veamos, a continuación, un ejemplo:

—¿Hoy también de guardia, Miguel?
—Se la he cambiado a Lola, está resfriada y con el jaleo de todo el día no podía con el alma.[37]

     Fijémonos en el segundo enunciado, emitido por Miguel. Este basa su conclusión en dos argumentos. Su enunciado sería totalmente correspondiente con el que proponemos a continuación:

-         Le he cambiado la guardia a Lola: está resfriada y [además] con el jaleo de todo el día no podía con el alma.

     En la estructura que proponemos —que es perfectamente equivalente a la original, pero más clarificadora gracias al orden de los elementos—, vemos que el emisor ofrece a su destinatario una conclusión: Le he cambiado la guardia a Lola. Esta conclusión está justificada y fundamentada en dos argumentos, cuyo orden se establece de acuerdo con la importancia dentro del enunciado: en primer lugar, explica que Lola está resfriada, con lo cual deducimos que no puede ir a trabajar; pero no solamente está enferma, sino que además con el jaleo de todo el día, es decir, con el ingreso de una chica violada, pisoteada y a punto de morir, y con la ausencia del médico responsable y otros muchos motivos más implícitos en jaleo, Lola no podía con el alma.
     Veámoslo de manera más clara en la siguiente estructura:
     El conector y además exige que le posponga un argumento cuya fuerza argumentativa sea superior a la del argumento que lo antecede. De este modo, conociendo el contexto del fragmento que ofrecemos, la lógica argumentativa sugiere que el jaleo de todo el día que ha tenido lugar en Brétema es un argumento mucho más relevante para faltar al trabajo que un simple resfriado. Asimismo, las razones por las que Lola falta al trabajo son dos, pero una de ellas tiene mucha más importancia. De esto se trata la escala argumentativa: establecer un orden determinado al conjunto de argumentos de un enunciado basándose en la importancia —superior o inferior— de cada uno de ellos.
     Ahora bien, tratemos el tema del topos. Primero facilitaremos un fragmento de la obra que analizamos, y, a continuación, explicaremos brevemente en qué consiste la teoría del topos o tópico. En el fragmento que ofrecemos a continuación, Miguel, a través del monólogo interior, explica la situación de su madre:

[…] Era vieja, pero no tanto como para morirse, si se cuidaba y aquel borracho no la mataba a golpes y a disgustos. Y tú no querías dejarla sola con él, desde que te diste cuenta de que eras más fuerte, de que aquel cobarde sólo se atrevía a levantar la mano contra los indefensos, no querías irte, querías proteger a tu madre, pero ella quería protegerte a ti, quería que siguieses estudiando, no ponerte a trabajar ni alistarte en el ejército como él pretendía, para que te hiciesen un hombre.[38]

     En este fragmento, observamos dos ejemplos interesantes para explicar la teoría del topos. Centrémonos en el fragmento subrayado en negrita.
     Según Ducrot, el razonamiento argumentativo utiliza tópicos, es decir, «lugares comunes admitidos por una sociedad y que establecen vínculos entre enunciados»[39]. Se trata de creencias o ideas comunes aceptadas por un conjunto de individuos que justifica o fundamenta el sentido lógico de la argumentación.
     En el caso del fragmento en negrita, podemos observar:

1.      que la madre de Miguel quiere protegerlo (conclusión);
2.      para poder protegerlo, ella desea que él siga estudiando (argumento).

     Aquí encontramos el primer tópico. En nuestra sociedad, se suele aceptar que tener estudios garantiza un futuro prometedor, y con ello, una vida independiente. La madre de Miguel argumenta la conclusión a la que llega precisamente por esa creencia común que se ha adoptado en nuestra sociedad: que los estudios aseguran una vida tranquila y acomodada. Sin embargo, y ello ya lo señala Ducrot, es posible que en un discurso el interlocutor rechace un determinado topos, y puede alegar que no siempre los estudios garantizan un futuro satisfactorio —y, con los tiempos que corren, esta idea es perfectamente aceptable—.
     En este mismo fragmento, encontramos otro tópico. Según explica Miguel:
1.      su padre desea que se ponga a trabajar y se aliste en el ejército (argumentos [1] y [2]);
2.      porque estos dos argumentos son condiciones necesarias para hacerse un hombre.
     Es este otro tópico, especialmente admitido por la sociedad de antaño, en la que un individuo demostraba su hombría mediante el trabajo duro y la disciplina —un tópico que, al igual que el anterior, hoy en día parece haber perdido vigencia en nuestra sociedad (aunque cabe recordad que, dependiendo de la sociedad de la que hablemos, puede ser a días de hoy perfectamente aceptable)—.
      Con esta teoría, finalizamos este breve análisis pragmático de Deseos, una obra de la escritora Marina Mayoral.

    
5. Bibliografía

- CEPEDA, Gladys, «La voz empática médica y las estrategias de cortesía verbal», Estudios filológicos [por línea], n.º 41, Valdivia, 2006, pp. 55-69.
<http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0071-17132006000100005&script=sci_arttext>. [Consulta 5-4-2012].

- ESCANDELL-VIDAL, María Victoria, Introducción a la Pragmática, Barcelona, Anthropos, 1993.

- MAYORAL, Marina, Deseos, Madrid, Santillana, 2011.



[1] Analizaremos los fragmentos correspondientes al personaje Miguel.
[2] M. Victoria Escandell Vidal, Introducción a la Pragmática, Barcelona, Editorial Anthropos, 1993, pág. 16.
[3] Marina Mayoral, Deseos, Madrid, Santillana Ediciones, 2011, pág. 79.
[4] Introducción a la Pragmática, pág. 31.
[5] Ibíd., pág. 32.
[6] Ibíd., pág. 33.
[7] Ibíd., pág. 37.
[8] Ibíd., pág. 40.
[9] Ibíd., pág. 44.
[10] En negrita, subrayamos los principales deícticos. Entre corchetes, indicaremos información adicional ajena al texto original —centro deíctico, referentes, explicaciones añadidas…—.
[11] Marina Mayoral, ob. cit., pág. 249.
[12] Se debe señalar la importancia del centro deíctico para la correcta interpretación de un enunciado. Si, en este ejemplo, no supiéramos que el centro deíctico, es decir, el principal referente, es Miguel, se podría interpretar que se tapa los ojos con un brazo ajeno —el de su madre, el de cualquier otra persona…—. Es cierto que dicha interpretación parece absurda, pero sin un centro deíctico evidente, sería posible.
[13] M. Victoria Escandell-Vidal, ob. cit., pág. 165.
[14] Marina Mayoral, ob. cit.,  págs. 82-83.
[15] M. Victoria Escandell-Vidal, ob. cit., pág. 165.
[16] Marina Mayoral, ob. cit., pág. 93.
[17] Ibíd., pág. 340.
[18] Ibíd., pág. 94.
[19] M. Victoria Escandell-Vidal, ob. cit.,  pág. 170.
[20] Marina Mayoral, ob. cit., pág. 249.
[21] M. Victoria Escandell-Vidal, ob. cit., pág. 171.
[22] Marina Mayoral, ob. cit., pág. 251.
[23] M. Victoria Escandell-Vidal, ob. cit., pág. 175.
[24] Marina Mayoral, ob. cit., pág. 85.
[25] M. Victoria Escandell-Vidal, ob. cit., pág. 178.
[26] Marina Mayoral, ob. cit., pág. 250.
[27] M. Victoria Escandell-Vidal, ob. cit., pág. 178.
[28] Marina Mayoral, ob. cit., pág. 85.
[29] ‘Acción que amenaza la imagen pública’.
[30] M. Victoria Escandell-Vidal, ob. cit., pág. 180.
[31] Ibíd., pág. 109.
[32] Ibíd., pág. 115.
[33] Marina Mayoral, ob. cit., pág. 85.
[34] Ibíd., pág. 116.
[35] Ibíd., pág. 86.
[36] M. Victoria Escandell-Vidal, ob. cit., pág. 116.
[37] Marina Mayoral, ob. cit., pág. 338.
[38] Ibíd., pág. 257.
[39] M. Victoria Escandell-Vidal, pág. 124.