
Filología
Hispánica
Análisis
pragmático de la lengua española
María Dolores
Jiménez
Priscila de Sousa
Soares
Curso 2011-2012
Estudio interdisciplinar Deseos, una novela de Marina Mayoral
Análisis pragmático
El objetivo de este trabajo es explicar
algunas de las diversas teorías pragmáticas tomando como base algunos ejemplos
extraídos de la novela de Marina Mayoral, Deseos[1].
Para proceder con el análisis, nos centraremos en las siguientes teorías: los
elementos de la situación comunicativa; la deixis; la cortesía; y, por último,
la teoría de la argumentación.
Con la esperanza de lograr nuestro
objetivo, iniciamos el análisis pragmático de Deseos.
1. Propuesta de análisis I: los elementos de la
situación comunicativa.
Antes de iniciar el
análisis pragmático, creemos que es conveniente señalar, en primer lugar, qué
es la Pragmática. En palabras de M. Victoria Escandell-Vidal:
La pragmática es
[…] una disciplina que toma en consideración los factores extralingüísticos que
determinan el uso del lenguaje, precisamente todos aquellos factores a los que
no puede hacer referencia un estudio puramente gramatical: nociones como las de
emisor, destinatario, intención
comunicativa, contexto verbal, situación o conocimiento del mundo van
a resultar de capital importancia.[2]
A continuación, se ofrecerán algunos
fragmentos de los capítulos analizados en los que se puede apreciar la
presencia de esos elementos que configuran la situación comunicativa.
Antes proporcionar los ejemplos, quizá
convenga citarlos brevemente e indicar cómo se clasifican. Los componentes que
configuran la situación comunicativa suelen dividirse en dos grupos:
● los «materiales»: emisor,
destinatario, enunciado y entorno (o contexto);
● y los «relacionales»: la información
pragmática, la intención y la distancia
social.
Conforme se vayan exponiendo algunos
fragmentos, se podrá comprender qué papel desempeña cada uno de los elementos
mencionados.
Ejemplo I:
Miguel dice adiós con la mano al hombre que
sube a la cabina de un camión aparcado a la puerta del ambulatorio. Se inclina
sobre el mostrador de la recepción y coge el teléfono. Se pasa la mano por la
frente.
Piensa qué vas a decirle, piensa un
momento, Miguel, no la líes aún más. ¡Por Dios, qué suerte la tuya!...[3]
En este primer fragmento, se pueden
identificar:
1. El emisor: «Con
el nombre de emisor se designa a la
persona que produce intencionadamente una expresión lingüística en un momento
dado, ya sea oralmente o por escrito»[4].
Si se acepta esta definición de emisor,
se infiere, por tanto, que en este segmento se pueden identificar dos emisores:
el que emite el primer enunciado, es decir, el narrador; y el que emite el
segundo, el personaje (Miguel). Interesa prestar especial atención al segundo
enunciado, en el que el emisor coincide con el destinatario —se trata de un
monólogo—.
2. El enunciado:
«[…] es la expresión lingüística que produce el emisor. […] el término enunciado se usa específicamente para
hacer referencia a un mensaje construido según un código lingüístico». Se
pueden identificar, por tanto, dos enunciados —uno emitido por el narrador y
otro emitido por el personaje—.
3. Destinatario:
«Con el nombre de destinatario se
designa a la persona (o personas) a la(s) que el emisor dirige su enunciado y
con la(s) que normalmente suele intercambiar su papel en la comunicación de
tipo dialogante»[5]. En
el caso del primer enunciado, el lector es el receptor del mensaje que se
enuncia, y no el destinatario. Creemos que este aserto es correcto, ya que el
autor de la obra, aunque es consciente de que su mensaje ha de llegar al
lector, no conoce a cada individuo que leerá su escrito. De este modo, no se
dirige a nadie en concreto, sino a un público general. En el caso del segundo,
destinatario y emisor coinciden ya que, como ya se ha señalado, se trata de la
técnica del monólogo interior.
4. Contexto: «Es el
soporte físico, el «decorado» en el que se realiza la enunciación. Incluye como
factores principales las coordenadas de lugar y tiempo»[6].
Cierto es que quien haya leído enteramente la novela sabrá identificar el
contexto con todos los detalles posibles —los hechos ocurren en el año 1982, en
Brétema; es temprano, Miguel es un enfermero que en el momento de los
enunciados señalados está de guardia en el ambulatorio del pueblo; atraviesa un
momento de tensión («se pasa la mano por la frente», que, gracias a la
información pragmática compartida por el narrador y el lector, permite que se
infiera dicho significado)…—. Sin embargo, si el receptor de estos enunciados
no tuviera más información que la facilitada en este fragmento, simplemente se
podría señalar como contexto el ambulatorio, la breve descripción del interior
de este —el mostrador, la recepción…—.
5. Información
pragmática: «Por información pragmática
entenderemos el conjunto de conocimientos, creencias, supuestos, opiniones y
sentimientos de un individuo en un momento cualquiera de la interacción verbal.
Emisor y destinatario, en cuanto sujetos, poseen una serie de experiencias
anteriores relativas al mundo, a los demás, a lo que les rodea…»[7].
El fragmento que analizamos es especialmente interesante si lo que se quiere
señalar es la información pragmática.
En cuanto al primer enunciado, se puede
leer «Miguel dice adiós con la mano al hombre que sube a la cabina de un camión
aparcado a la puerta del ambulatorio». Es precisamente ese «dice adiós con la
mano» el indicativo de que emisor y destinatario comparten unos conocimientos
del mundo, lo que Dik llama «información pragmática general». Póngase el caso
de que el emisor dirija tal gesto al destinatario y este no comparta sus
conocimientos culturales con aquel: este último no comprenderá el objetivo o la
intención del emisor —el narrador no lo explicita, pero se supone que el
destinatario responde positivamente al saludo; en caso contrario, el narrador
habría señalado la extrañeza del destinatario ante el gesto del emisor—. Al
compartir la información pragmática, ambos entienden que decir adiós con la mano significa ‘saludarse’, ‘despedirse’…
En el caso
del segundo enunciado, emisor y destinatario coinciden. En casos como estos, es
decir, monólogos, es muy improbable que emisor y destinatario no compartan la
información pragmática, ya que se trata de la misma persona.
6. La intención: «Se
trata de la relación entre el emisor y su información pragmática, de un lado, y
el destinatario y el entorno, del otro. Se manifiesta siempre como una relación
dinámica, de voluntad de cambio»[8].
En el
primer enunciado, por ejemplo, se puede identificar la intención
del
emisor, cuando este «dice adiós con la mano». Alcanza su meta ya que el destinatario
comparte con él la información pragmática y el entorno o contexto.
7. Distancia social:
«El […] tipo de relación […] que existe entre los interlocutores por el mero
hecho de pertenecer a una sociedad (es decir, a una organización humana con una
estructura social). […] el emisor construye su enunciado a medida del
destinatario. Uno de los factores que debe tener en cuenta, por tanto, es el
grado de relación social entre ambos. De este modo, la distancia social impone
una serie de selecciones que determinan la forma del enunciado»[9].
Siguiendo
el mismo ejemplo —el primer enunciado—, se puede inferir
que
emisor y receptor no mantienen ningún tipo de relación que llegue más allá de
la cortesía —en caso contrario, podrían haberse saludado verbalmente, por
ejemplo—. Además, el mismo narrador sugiere que ambos no se conocen, al menos
no íntimamente, ya que al destinatario no le asigna ni siquiera un nombre, se
trata simplemente de un hombre al que Miguel saluda.
2. Propuesta de análisis II: la deixis.
Partiendo de la
teoría, analizaremos cómo soluciona el lector el problema de la interpretación
de los deícticos y cuáles son las herramientas proporcionadas por el texto para
resolver este problema. A partir de los fragmentos que nos han sido asignados
para este trabajo, identificaremos en algunos segmentos concretos:
1. los
elementos deícticos de persona, lugar, tiempo, discurso y social;
2. también
señalaremos cuáles son los puntos de anclaje no marcados que constituyen en centro
deíctico; y, por último,
3. analizaremos
cómo se soluciona el problema de la interpretación de los usos deícticos
gestuales y simbólicos —indicaremos qué elementos se nos facilitan para que
podamos resolver el problema de la interpretación de elementos que requieren
compartir el contexto espacio-temporal o que requieren un control físico del
evento de habla—.
A continuación, en el ejemplo número I,
ofrecemos un fragmento de la obra de Marina Mayoral en el que podemos señalar
los elementos deícticos de persona, lugar, tiempo, discurso y social; partiendo
del mismo ejemplo, también señalaremos los puntos de anclaje no marcados que
constituyen el centro deíctico[10]:
Ejemplo[11]:
Miguel oye los
pasos que se acercan a su cuarto,
pero no varía la postura [su
postura, es decir, la postura que adopta el centro deíctico principal de este
fragmento: Miguel]. Está [elemento deíctico anafórico marcado por el verbo, que
alude a Miguel: ‘(Él) Está’] tumbado boca arriba sobre la cama [elemento deíctico de lugar; se refiere a la cama que está
en el cuarto de Miguel, es decir, a la cama de Miguel] con las piernas [las piernas de Miguel. Miguel es, por tanto, una vez
más el centro deíctico] flexionadas y se
cubre los ojos con un brazo (‘se cubre sus propios ojos’, los ojos de
Miguel, ‘con su propio brazo’][12].
Una mujer mayor entra [¿Dónde? En el cuarto de Miguel, personaje que sigue
siendo el centro deíctico] sin hacer apenas ruido, pone [verbo marcado cuyo referente es la madre de Miguel] una
almohada bajo las rodillas de Miguel [Aquí, a diferencia de los casos
anteriores, hay la necesidad de mencionar el referente de las «rodillas», ya
que si se utilizara el deíctico sus podría
darse un caso de ambigüedad, ocasionado por la aparición de un segundo
personaje cuyos deícticos también se emplearían en tercera persona del
singular; es decir, no sabríamos si el referente o el centro deíctico sería la
mujer o Miguel], lo [elemento
deíctico anafórico que alude a Miguel] cubre con una manta de viaje, le separa [elemento deíctico anafórico
que, una vez más, alude a Miguel] el brazo con suavidad y le coloca [elemento deíctico anafórico, y catafórico, ya que
gracias a este le el lector infiere
que lo que viene a continuación, es decir, los
ojos y la frente son partes del cuerpo de Miguel, y no de la mujer] sobre
los ojos y la frente un paño húmedo. Miguel gruñe ligeramente:
— Está helado. Y me
va a teñir las pestañas. [Gracias al narrador, sabemos que el verbo marcado
hace referencia al paño húmedo].
— No es manzanilla,
es menta. ¿No notas el olor?
— Estoy tan cansado
que no noto nada. [Centro deíctico del verb: Miguel]
La mujer se sienta a un lado de la cama [deíctico de lugar, que
indica que se trata de la cama de Miguel, centro deíctico].
— ¿De verdad has
comido? Un café habrás tomado. Y tantas horas sin dormir, Ángel [Elemento deíctico social: esta señora es la madre de Miguel,
por eso se refiere a él llamándolo Ángel],
¿no te [elemento deíctico social; al
tratarse de la madre de Miguel, se establece una relación social informal] apetece
un caldito?
— No [Aunque se ha omitido, esta negación implica que
haya detrás de la misma un elemento deíctico que hace referencia al enunciado
—‘no me apetece un caldito’—: deixis discursiva]. He tomado un bocadillo.
— Un bocadillo, ¿de
qué? [Aquí sucede lo mismo: se omite el enunciado ‘has tomado un bocadillo de
qué].
— Madre [Deíctico que hace referencia a una mujer, a esa mujer hasta ahora no
identificada que ha estado siendo mencionada por el autor], no me sometas tú [Deíctico de persona de madre, y a la vez deíctico social, por
la relación íntima existente entre madre e hijo] ahora [Deíctico temporal] a un tercer grado. Por hoy ya he tenido bastantes
interrogatorios [El lector infiere, tras la lectura de los capítulos
anteriores, la situación espacio-temporal; de este modo, este hoy hace referencia al momento de estrés
por el que atraviesa Miguel tras todos los sucesos vividos en el ambulatorio de
Brétema]. Por cierto, vamos a repasar lo
que [Deíctico discursivo, que hace referencia a los enunciados que deberá emitir
la madre; en este caso sería catafórico, ya que aún no sabemos qué debe que
decir la madre de Miguel] tienes que decir si tuvieses que declarar. ¿Quieres
repetírmelo por favor? [Lo: ‘lo que
tiene que decir la madre de Miguel’. Se trata, por tanto de un deíctico
discursivo, ya que se refiere a una serie de enunciados que tendrá que
pronunciar la madre; el problema que se presenta aquí es que el lector todavía
no los conoce; es un deíctico catafórico].
Miguel levanta un extremo del paño que le [Deíctico de persona, ‘a Miguel’] cubre
ojos y frente y mira a su madre [Deíctico
de persona, que alude a la madre del centro deíctico, es decir, a la madre de
Miguel]. Está sentada [Deíctico de persona; inferimos que se trata de la madre de
Miguel gracias al verbo y al adjetivo, marcado en femenino, que permite que el
lector concluya que, al ser Miguel un hombre, es imposible que sea este el que
esté sentado] con las manos sobre la falda, una sobre la otra [Una mano sobre la otra].
Tú
la conoces bien [Miguel se dirige a través del monólogo interior a sí mismo:
deíctico de persona y, a la vez, social, ya que para hablar consigo mismo, el
emisor no utilizará usted]. Parece [La madre] una niña obediente y tranquila [Elementos marcados que indican que se trata de una mujer],
pero sus pulgares giran uno sobre otro rápidamente. [En este fragmento, el
centro deíctico de persona deja de ser Miguel y pasa a ser la madre de este].
Tras el análisis de este fragmento,
podemos concluir que los dos aspectos más relevantes a destacar son:
● el centro deíctico: sabemos que la
deixis está organizada de manera egocéntrica; esto quiere decir que todos los
elementos deícticos se organizarán partiendo de un núcleo o centro. En el caso
del fragmento que se ha expuesto, el principal centro deíctico es el personaje
Miguel —podemos hablar, por tanto, de centro deíctico de persona—. Se pueden
apreciar otros centros deícticos, por ejemplo, el de lugar —que, en el caso del
segmento analizado, es el cuarto de Miguel—; el centro deíctico social —si
partimos del hecho de que Miguel se dirige verbalmente a su madre tuteándola,
por ejemplo, porque calcula su relación con ella partiendo del hecho de que él es
su hijo—…
● el papel que desempeña el narrador: gracias a sus
indicaciones podemos relacionar los deícticos con sus referentes. El narrador
crea el contexto para que a partir de él el lector pueda identificar y
relacionar los elementos deícticos, que en ocasiones pueden estar omitidos.
3. Propuesta de análisis VIII y IV: la cortesía y principio
de cooperación y máximas de Grice
En este apartado analizaremos
conjuntamente la cortesía y las máximas de Grice. Nos centraremos sobre todo en
la explicación de las diferentes teorías de la cortesía propuestas por
diferentes autores. A partir de ello, señalaremos ejemplos en la obra en los
que podemos apreciar el uso de la cortesía y, en ocasiones, el consiguiente
incumplimiento de las máximas de Grice.
Antes de iniciar el análisis propiamente
dicho, ofreceremos un acercamiento al concepto de cortesía, ofrecido por M. Victoria Escandell Vidal. La cortesía,
según esta autora, es un mecanismo que intenta reducir las tensiones creadas en
la interacción y consiste también en el uso de estrategias que atenúen el
carácter negativo de algunas afirmaciones. En su obra, la autora añade que «la
cortesía se considera como un principio superior, que explica y hace legítima
la transgresión de las máximas»[13].
¿Qué significa esta última afirmación?
Si recordamos las máximas conversacionales
propuestas por Grice, sabemos que, para que el acto comunicativo entre
diferentes locutores sea productivo y exitoso, se deben respetar unas máximas
—la de cantidad, de calidad…—. El uso de la cortesía implica, en ocasiones, el
incumplimiento de esas máximas conversacionales. De ahí esa «superioridad» de
la cortesía ante cualquier otro tipo de regla, incluso ante las máximas
propuestas por Grice.
Veamos, a continuación, un ejemplo
extraído de Deseos:
La niña no llora, pero respira con
dificultad y los estremecimientos sacuden su cuerpecillo menudo.
—No habla, no me contesta… Está sangrando
por la boca… Se va a morir…
Miguel suspira y le acaricia de nuevo la
cabeza.
—Respira despacio, así como yo, despacio.
No, no se va a morir. No está sangrando, tiene sólo un poco de sangre en la
boca, cuando venga la doctora se la limpiará… […][14]
Vemos en este fragmento que Miguel no respeta
la máxima de calidad propuesta por Grice: no debería garantizar a la niña que
su hermana no se va a morir, ya que él no puede saber si va a sobrevivir o no —de
hecho, es consciente de que hay una gran posibilidad de que se muera—; la misma
máxima la transgrede otra vez al negar lo que es evidente a los ojos de la
niña: que su hermana está sangrando. Pero el incumplimiento de esta máxima por
parte de Miguel es perfectamente justificable si se tiene en cuenta que
pretende tranquilizar a su interlocutor, una niña. Es evidente, por tanto, que
en ocasiones «las necesidades de la cortesía sobrepasan los requisitos de los
principios conversacionales»[15].
Sin embargo, debemos hacer un inciso en
cuanto al uso de la cortesía. Cuando lo realmente importante es transmitir
eficazmente cierta información, y especialmente cuando dicha información
interesa en particular al destinatario, la necesidad de concisión y claridad
hacen prevalecer los principios conversacionales por encima de la cortesía.
Veamos un ejemplo extraído de Deseos:
—Miguel, no hay
tiempo que perder. Me voy con ella. Héctor puede conducir, se sabe el camino y
está acostumbrado a llevar furgonetas. Llama a Urgencias del Hospital de la Costa para que esté
preparado el quirófano. Diles que probablemente tiene perforación del pulmón
derecho. Tú localiza a los padres… ¡Ah! Dime el nombre, por poco se me olvida,
habrá que hacerle una ficha…[16]
Es cierto que el emisor de este enunciado
se dirige a su destinatario empleando verbos en imperativo —es decir, da
órdenes—, a ninguno de los cuales les acompaña un atenuante propio de la
cortesía —por favor, ¿podrías?...—.
Sin embargo, no se debe pensar que se trata de un emisor descortés, porque ya
al principio del enunciado este advierte que «no hay tiempo que perder». En
situaciones límites tiene lugar lo que llamaríamos intercambio transaccional: el emisor procurará asegurar que la
información que emite llega correcta y eficazmente a su destinatario —y en el
caso del ejemplo expuesto, al tratarse del traslado de una paciente cuya vida
peligra, el emisor decide prescindir de cualquier marca de cortesía—. En casos
como estos, los principios conversacionales tienen prioridad sobre la cortesía.
Tras esta breve introducción, procederemos
con el análisis de la cortesía basándonos en los capítulos seleccionados de la
obra de Marina Mayoral. Aplicaremos el concepto de cortesía teniendo en cuenta:
● Las reglas de cortesía de Lakoff.
● El principio de cortesía de Leech.
● El concepto de imagen pública, de
Brown y Levinson.
Empezaremos el análisis aplicando las reglas de cortesía de Lakoff al
fragmento seleccionado. Las reglas propuestas por esta autora se basan en:
-
ser claro,
-
y ser cortés.
Para la primera propuesta, deberemos
recordar las máximas de cooperación que propone Grice. Para la segunda, la
autora recomienda que el interlocutor:
-
no se imponga.
-
ofrezca opciones,
-
y refuerce los lazos de camaradería.
En el ejemplo que ofrecemos a continuación[17],
podemos apreciar las dos primeras reglas:
(A) —¿No será que
los otros la violaron y sólo él la pisó? Quizá antes de morir quiso disculpar a
sus amigos de esa segunda agresión.
(B) —No. Quiso
decir que él no la violó, que sólo la pisó y que los otros hicieron las dos
cosas.
En el caso de (A), se respeta la regla de
no imponerse. El interlocutor (A), probablemente cree que «los otros la
violaron y sólo él la pisó»; sin embargo, ameniza sus creencias para no
imponérselas a su interlocutor, y así evita una situación descortés e incómoda.
Ameniza su creencia utilizando No será,
y también quizá. Sería mucho más
brusco y descortés si su enunciado fuera, por ejemplo, el siguiente: Creo
que los otros la violaron y solo
él la pisó. Seguramente antes de
morir quiso disculpar a sus amigos de esa segunda agresión. Si impusiera
sus creencias sin amenizarlas, estaría proyectando sobre su interlocutor sus
ideas e imponiéndoselas, y así ocasionaría una situación descortés y
desagradable.
En el caso de (B), este interlocutor no ofrece
opciones al primero: le proporciona una respuesta tajante. Debemos identificar
en este fragmento el deseo de comunicar —los principios conversacionales—, que
prevalece sobre cualquier voluntad de cortesía. Es significativo, por tanto,
tener presente que los actos cortesía, en ocasiones, dependerán de las
preferencias del emisor: si prefiere aceptación social o, en cambio, si
prefiere que su mensaje sea plenamente informativo.
En cuanto a la tercera regla, cuando Lakoff
sugiere que reforcemos los lazos de camaradería, recomienda que pongamos a
nuestro(s) interlocutor(es) en una situación agradable. Debemos mostrar interés
ante la persona con la persona con la que nos comunicamos e implicarnos en sus
cuestiones. El ejemplo que ofrecemos a continuación es ideal, ya que este tipo
de situación se da frecuentemente en contextos conversacionales entre médicos y
pacientes. Leamos el siguiente fragmento, en el que Miguel, tras oír lo que le explica
la niña acerca del maltrato que recibe de su padre, le contesta:
—A mí también me
pegaba mi padre cuando era pequeño, ¿sabes? Conmigo no tienes que tener
vergüenza. Tú y yo vamos a ser buenos amigos, ya verás.[18]
Vemos, por tanto, que Miguel demuestra a
la niña que se siente identificado con su situación, le transmite empatía, le
intenta convencer de que no se avergüence, porque él la comprende
perfectamente. La afirmación de que serán buenos amigos refuerza el sentimiento
de camaradería que ha intentado transmitir.
A continuación, procederemos con el
análisis partiendo del principio de
cortesía propuesto por Leech. Según este autor:
[…] la cortesía,
entendida en sentido absoluto, «se evalúa en una escala de términos del coste o
del beneficio que suponga el cumplimiento de la acción para el destinatario o
el emisor. Así, la acción es intrínsecamente más «descortés» cuanto mayor es el
coste para el destinatario y menor su beneficio; y es más «cortés» en el caso
contrario, es decir, cuanto mayor sea el coste para el emisor y mayor el
beneficio para el destinatario.[19]
A partir de esta información, ofreceremos
algunos fragmentos de Deseos en los
que podemos localizar ejemplos de las máximas de Leech. Leamos el siguiente fragmento,
en el que Miguel está en su cuarto, descansando tras un ajetreado día de
trabajo:
La mujer se sienta a un lado de la cama.
—¿De verdad has comido? Un café habrás
tomado. Y tantas horas sin dormir, Ángel, ¿no te apetece un caldito?
—No.
He tomado un bocadillo.
—Un bocadillo, ¿de qué?
—Madre, no me sometas tú ahora a un tercer
grado. Por hoy ya he tenido bastantes interrogatorios. Por cierto, vamos a
repasar lo que tienes que decir si tuvieses que declarar. ¿Quieres repetírmelo,
por favor?[20]
En este fragmento se pueden señalar
algunas de las máximas de Leech. Empezaremos mencionando las que se evidencian
en los enunciados emitidos por Miguel.
● En
su primer enunciado, Miguel ya demuestra una actitud completamente reacia a
cualquier ofrecimiento de su madre. Podríamos señalar en «No. He tomado un
bocadillo» el incumplimiento de la máxima
de aprobación: su respuesta, carente de cualquier marca de cortesía —podría
haber dicho No, gracias— demuestra
cierto desprecio hacia la propuesta de su madre. Este mismo enunciado
transgrede también la máxima de simpatía.
● En
«Madre, no me sometas tú ahora a un tercer grado» vemos que también transgrede
la máxima de tacto —«suponga que
usted es el autorizado, y su interlocutor es quien debe autorizar»—. Aquí no se
explicita ningún atenuante de cortés, lo que Leech también llama cortesía
negativa, un tipo de cortesía que «[…] consiste en minimizar la
descortesía de las ilocuciones descorteses […]»[21].
Los actos directivos —las órdenes, los pedidos…— suelen ser intrínsecamente
descorteses. La función de la cortesía negativa es amenizar esas ilocuciones
descorteses por naturaleza. En el ejemplo que hemos ofrecido, sabemos que
Miguel vuelve fatigado del trabajo, y además su interlocutor es su madre, de
este modo él no cree necesario utilizar ningún mecanismo propio de la cortesía.
En este mismo fragmento, encontramos un
ejemplo de cortesía negativa: «¿Quieres repetírmelo, por favor?». Miguel
utiliza atenuantes para convertir una formulación intrínsecamente descortés —de
otro modo, formularía una orden: Repítemelo—
en otra más cortés.
Ahora bien, analicemos el siguiente
enunciado emitido por la madre de Miguel: «¿De verdad has comido? Un café
habrás tomado. Y tantas horas sin dormir, Ángel, ¿no te apetece un caldito?».
Podemos señalar que se respetan:
● la máxima de simpatía y la de generosidad:
la madre formula dos preguntas en las que son evidentes las marcas de cortesía.
En primer lugar, se preocupa por el beneficio del destinatario olvidándose del
suyo —«¿No te apetece un caldito?» (máxima de generosidad)—; y muestra una
actitud preocupada, amable y gentil —«¿De verdad has comido?»—.
Ahora que ya se han explicado algunas de
las máximas de Leech, señalaremos brevemente su presencia o ausencia en otros
fragmentos de la obra:
(A)
—Tú di solo lo que
habíamos acordado: que el doctor Beloso estaba contigo a las seis de la mañana.
Del resto ya me encargo yo. Y tráeme ese caldo, anda, mamá, creo que empiezo a
sentir debilidad.
[…]
(B)
—Enseguida de lo
traigo, corazón, y después te duermes un rato y ya verás como te mejora la
jaqueca.[22]
En (A) podemos señalar la transgresión de
la máxima de tacto y de simpatía: el emisor emplea muchos
imperativos — además, prescinde del mecanismo de la cortesía negativa para
atenuarlos—. En el caso de este ejemplo, quizás sería interesante señalar la
posible razón de la ausencia de la cortesía. Se da preferencia a lo que se ha llamado
intercambio transaccional, es decir,
prima el deseo de informar —los principios conversacionales— sobre el de ser
cortés. En este fragmento Miguel explica que se marea, y quizás sea esta la
razón por la que se apresure en decir a su madre que le traiga el caldo. En (B) apreciamos la máxima de simpatía y la de generosidad.
Para finalizar este apartado, procedemos
con el análisis de la cortesía partiendo de la teoría de la imagen pública, propuesta por Brown y Levinson.
Antes de empezar el análisis, ofreceremos
un breve acercamiento al concepto de imagen
pública:
El concepto de imagen es la noción central dentro de la
teoría de Brown y Levinson. De la necesidad de salvaguardarla se derivan todas
las estrategias de cortesía. La cooperación entre los hablantes se basa
precisamente en el supuesto compartido de que la imagen pública es vulnerable,
de que hay que ponerla a salvo, y de que una manera de hacerlo consiste
precisamente en no dañar ni amenazar la de los demás.[23]
Partiendo de esta definición, inferimos
que todos los individuos tienen su imagen pública y, por consiguiente, quieren
mantenerla a salvo. También se debe tener presente que existen numerosos tipos
de acciones creadoras de conflictos de intereses que peligran la imagen
pública. A estas acciones las nombraremos acciones
que amenazan la imagen pública. En casos en que se den esas acciones, lo
más general es que el emisor procure amenizar la potencial amenaza para
conservar su imagen y lograr su fin comunicativo. De ahí la necesidad del uso
de la cortesía.
Brown y Levinson hablan de cinco
estrategias destinadas a aminorar el peligro de la amenaza que ciertas acciones
pueden ocasionar a la imagen pública:
I.
Estrategia abierta y directa.
II.
Estrategia abierta e indirecta, con cortesía positiva.
III.
Estrategia abierta e indirecta, con cortesía negativa.
IV.
Estrategia encubierta.
V. Estrategia que evita la AAIP —podríamos resumir en un solo grupo las
estrategias IV y V—.
Conforme vayamos ofreciendo ejemplos
extraídos de la obra de Marina Mayoral, iremos explicando las diferentes
estrategias citadas.
Leamos el siguiente fragmento de Deseos:
—¿No se va a
morir?
—No, no, no pienses eso. Tienes que hacerme caso.[24]
En este diálogo, si observamos la
respuesta del segundo interlocutor, podemos detectar la estrategia abierta
y directa. En estos casos, «el emisor muestra claramente su deseo de
hacer partícipe al interlocutor de su intención sin ocultarla»[25].
No apreciamos ninguna marca de cortesía, sino todo lo contrario: órdenes
marcadas por el uso de verbos en imperativo, todas carentes de atenuantes. Esta
estrategia, que puede parecer descortés, se ve justificada por el fin de su
emisor: Miguel, como enfermero, debe intentar tranquilizar a su destinatario, y
para lograr su fin prescinde de otras estrategias de cortesía más efectivas.
Leamos el siguiente fragmento extraído de
la obra Deseos:
—Sí, mamá. Pero hay que ayudar a quienes nos ayudan. Y ahora hay que ayudar a la doctora y al doctor
Beloso.[26]
En este fragmento, podemos observar lo que
Brown y Levinson llaman estrategia abierta e indirecta con cortesía
positiva. En este tipo de estrategias, cuyo fin es amenizar en cierto
grado la violencia de determinadas ilocuciones,
«[…] el emisor,
sin dejar de mostrar claramente su intención, trata de compensar o reparar de
alguna manera el posible daño o amenaza a la imagen pública que supone la
realización de un determinado acto […]. Quiere ser una muestra de intimidad,
familiaridad y amistad, y construye una plataforma común para la interacción»[27].
En el caso del ejemplo facilitado, Miguel
pretende convencer a su madre de que colabore en la justificación de la
ausencia del doctor Beloso en el ambulatorio de Brétema. Para conseguir su fin,
podría utilizar la estrategia abierta y
directa, sin embargo, sería menos empática y menos cortés:
-
Sí mamá. Tienes que ayudar a quienes te ayudan. Y ahora tienes que ayudar a la doctora y al doctor Beloso.
En el caso del fragmento original, el
emisor utiliza la perífrasis de obligación hay
que, convirtiendo esta obligación en algo impersonal e incluso incluyéndose
a sí mismo a través del pronombre nos.
Está claro que ayudar a los doctores dependerá solamente de lo que diga la
madre de Miguel, es decir, de la acción de esta. Además, se sabe que los
doctores citados han favorecido directamente a la madre de Miguel, no a este,
ya que trataban la salud de la madre. Sin embargo, al incluirse Miguel en la
obligación de la perífrasis, dicho emisor ameniza una situación violenta en la
que hubiera podido parecer agresivo y dañar, de este modo, su imagen ante el
destinatario.
Otro ejemplo de estrategia abierta e indirecta con cortesía positiva:
—No la toques,
por favor… Le voy a echar otra
sábana por encima, pero tú no la toques. ¿Me comprendes, Paloma? Siéntate en tu silla y estate
quietecita. O mejor ven conmigo al
teléfono.[28]
En este enunciado, apreciamos el contraste
entre las enunciaciones directas —subrayadas en imperativo—, que, de no ser por
la presencia de los atenuadores —destacados
en negrita— podrían ser interpretadas por su destinatario como órdenes
violentas. Vemos, por tanto, que el emisor intenta alcanzar su objetivo, es
decir, transmitir un mensaje concreto al destinatario; sin embargo, intenta
atenuarlo a través de la cortesía para que su enunciado parezca familiar y
amistoso, y así evitará transmitir a su destinatario una mala imagen de sí
mismo.
En
cuanto a la estrategia encubierta y la de evitar
la AAIP[29],
podemos señalar que
[…] el emisor
pretende, en cierto modo, enmascarar o disimular su verdadera intención. El
emisor quiere evitar que le sea atribuida la responsabilidad de haber realizado
un acto amenazador. Al llevarlo a cabo encubiertamente, deja al destinatario la
tarea de decidir cómo interpretarlo. De este modo, el emisor se reserva la
posibilidad de no comprometerse con la intepretación más amenazadora del
enunciado, y poder «refugiarse» en otra.[30]
Un ejemplo sería:
—¿Doctora?...
Doctora, soy Miguel. Perdone que llame a
estas horas. ¿La he despertado?... Edelmiro […] ha traído a una chica […].
Está muy mal. […] De acuerdo: aviso a la Guardia Civil y un parte para
el juez, enseguida lo hago, doctora, pero qué hago con su hermana, es una niña
de diez años y está con un ataque de nervios, llora sin parar y no sé qué hacer
con ella… A la niña le he dado el valium, ¿qué hago con la otra? Me da miedo que se me muera sin ningún
médico aquí… Gracias, doctora. Estoy en la sala de curas con las
dos. A la pequeña no la puedo dejar
sola, porque se va a abrazar a su hermana y si tiene perforación… Gracias,
doctora. La espero…
En este fragmento, vemos que el emisor se
siente incómodo al molestar a su superior, que probablemente estaría en su casa
descansando. Si observamos las partes de este enunciado destacadas en negrita,
veremos que el deseo del emisor no es otro sino que su superior, en este caso,
la doctora, se presente en el hospital ya que no hay ningún otro médico allí y
Miguel demuestra cierta incertidumbre al no saber exactamente qué hacer con la
víctima y su hermana.
Sin embargo, no aventura pedir, ni
siquiera educadamente, de manera directa a doctora que esta se dirija al hospital,
ya que el emisor del enunciado es consciente de que solicitar algo así en el
momento de descanso de su superior puede ser arriesgado para su imagen. Y
precisamente gracias a la estrategia que utiliza, alcanza el fin que persigue
—lo podemos apreciar en la parte subrayada del fragmento que analizamos—: se
presupone de la respuesta final del emisor que la doctora se ha ofrecido a
presentarse en el ambulatorio.
4. Propuesta de análisis: teoría de la argumentación.
A continuación,
ofrecemos una aproximación a esta teoría, partiendo de la obra de M. Victoria
Escandell-Vidal:
[…] argumentar es
aducir argumentos en favor de una determinada conclusión. Lo que quieren
mostrar Anscombre y Ducrot es que los principios que rigen los encadenamientos
argumentativos dependen fundamentalmente de la propia estructura lingüística de
los enunciados, y no solo de su contenido. El punto central de la teoría va a
ser, por tanto, mostrar cuáles son los elementos, las reglas y los principios
que determinan la organización externa y la interpretación de las
argumentaciones.[31]
Según la teoría de la argumentación de
Anscombre y Ducrot, la argumentación lógica y la argumentación discursiva no
funcionan de la misma manera. La argumentación lógica se rige por unos principios
invariables: manifiesta un número de argumentos preestablecidos que dan lugar a
una conclusión; y, además, dicha conclusión es necesaria y automática —de ahí
que se la califique como lógica—, y
no posibilita, por tanto, la existencia de más de una conclusión. La
argumentación discursiva, en cambio, no se guía por reglas lógicas, sino que
depende de otros factores. Estos últimos permitirán que las argumentaciones
discursivas produzcan conclusiones mucho menos limitadas que en el caso de las
argumentaciones lógicas.
En este apartado, nos centraremos en los
conceptos centrales de la teoría de Anscombre y Ducrot. Los explicaremos a
medida que vayamos facilitando fragmentos de la obra de Marina Mayoral, para
así poder comprenderlos eficazmente. Los conceptos que desarrollaremos a
continuación son los siguientes:
● Marcador argumentativo.
◊ Operador argumentativo.
◊ Conector argumentativo.
● Escala argumentativa.
● Topoi.
Empezaremos tratando el tema de los marcadores argumentativos. Según la
teoría de Anscombre y Ducrot, los marcadores argumentativos son aquellos
«elementos lingüísticos que sirven para marcar la orientación argumentativa de
un enunciado»[32].
Pueden dividirse en operadores argumentativos —aquellos que afectan a un único
enunciado— y conectores argumentativos —aquellos que enlazan dos o más
enunciados—.
Los operadores argumentativos modifican el
potencial argumentativo de un enunciado. Es decir, según el operador que se
emplee en un enunciado a, se
invalidan las posibles variaciones de un enunciado b. Para mejor entendernos: un nuevo enunciado —o una conclusión— será
posible o no en función de esos operadores argumentativos presentes en un
enunciado principal. Veamos un ejemplo:
Héctor se dirige a
Consuelo.
—Consu, ¿puedo
ayudar en algo?
Consuelo vacila un
momento.
—Creo que sí, si
no te importa. Vamos a necesitar ayuda
para meter a la chica en la ambulancia. Las camillas pesan mucho y yo
tengo pocas fuerzas. […].[33]
Centrémonos ahora en los enunciados en
negrita. Invertiremos el orden de ambos —en vez de conclusión-argumento,
presentamos argumento-conclusión— para así comprender mejor la función de los operadores
argumentativos:
(1) «Las camillas
pesan mucho y yo tengo pocas fuerzas».
(2) «Vamos a
necesitar ayuda para meter a la chica en la ambulancia».
En (1) podemos apreciar los operadores
argumentativos mucho y pocas, que hacen referencia al peso de
las camillas y a la fuerza física de la emisora, respectivamente. Ambos operadores
actúan como limitadores de las posibilidades de variación del enunciado (2).
Imaginemos, por ejemplo, una segunda posibilidad para (2):
(3) *NO vamos a necesitar ayuda para meter
a la chica en la ambulancia.
Como se puede apreciar, (1) no admite como
posible continuación el ejemplo (3), ya que (3) está en función de los
operadores de (1). Es decir, en (1) el emisor afirma que carece de fuerzas para
mover unas camillas que pesan mucho; de este modo, parece inverosímil aceptar
un nuevo enunciado en el que ese mismo emisor rechace la ayuda ofrecida.
Ahora bien, señalemos el otro tipo de
marcadores argumentales: los conectores
argumentativos. Estos marcadores, como bien indica su nombre, conectan o «enlazan
dos o más enunciados que intervienen en una estrategia argumentativa única»[34].
De este modo, convierten en una única unidad argumentativa a un conjunto de
enunciados. Veamos un ejemplo:
—Estaba muy
oscuro… Llevaban un… una…
—Un pasamontañas, así que no pudiste verles la
cara. […].[35]
Fijémonos en el segundo enunciado, emitido
por el personaje Miguel. En él, vemos en negrita un conector cuya función es
introducir una conclusión al argumento anteriormente expuesto —argumento = [Llevaba] Un pasamontañas—. Señalamos la
función de este conector, porque este es uno de los aspectos que se tiene
presente en el momento de clasificar los conectores argumentativos. Observamos,
por tanto, la siguiente estructura:
Argumento, así que Conclusión
También debemos señalar que los conectores
argumentativos imponen sus propias restricciones en cuanto al orden de
aparición de los elementos. La siguiente secuencia no sería aceptable:
- *Así que no pudiste verles la cara, llevaban un pasamontañas.
Con esto, no pretendemos negar la
posibilidad de que la conclusión preceda al argumento. Sería perfectamente
aceptable No pudiste verles la cara,
porque/ya que llevaban un pasamontañas. Simplemente se trata de aceptar que
«El orden relativo en que aparezcan argumentos y conclusión depende, pues, de
las propiedades lingüísticas del conector empleado»[36],
y en el caso de así que, no podemos
aceptar más variaciones.
En cuanto a la valencia de este conector, es decir, los elementos que
exige, podemos afirmar que se trata de un conector argumentativo bivalente
—exige un único argumento con su correspondiente conclusión—. Veamos, pues, su
estructura:
El último criterio de clasificación de los
conectores argumentativos es el que hace referencia a la orientación
argumentativa de los elementos que enlazan. Hay dos tipos: los argumentos
coorientados —van en la misma dirección argumentativa— y los antiorientados
—van en direcciones diferentes, y ocasionan de este modo conclusiones también
diferentes—. En el caso de los conectores bivalentes, la orientación será
siempre coorientada. Es este el caso del ejemplo que hemos expuesto: el único
argumento del conector permite inferir la conclusión.
Para finalizar este apartado, señalaremos
otro fragmento de Deseos y así
procederemos con la explicación de las escalas argumentativas y los topoi.
La escala
argumentativa hace referencia al orden del conjunto de argumentos
coordinados. Es decir, los argumentos se dispondrán en un orden determinado de
acuerdo con su relevancia, ya sea superior o inferior.
Veamos, a continuación, un ejemplo:
—¿Hoy también de
guardia, Miguel?
—Se la he cambiado
a Lola, está resfriada y con el jaleo de todo el día no podía con el alma.[37]
Fijémonos en el segundo enunciado, emitido
por Miguel. Este basa su conclusión en dos argumentos. Su enunciado sería totalmente
correspondiente con el que proponemos a continuación:
-
Le he cambiado la
guardia a Lola: está resfriada y [además] con el jaleo de todo el día no podía
con el alma.
En la estructura que proponemos —que es
perfectamente equivalente a la original, pero más clarificadora gracias al
orden de los elementos—, vemos que el emisor ofrece a su destinatario una
conclusión: Le he cambiado la guardia a
Lola. Esta conclusión está justificada y fundamentada en dos argumentos,
cuyo orden se establece de acuerdo con la importancia dentro del enunciado: en
primer lugar, explica que Lola está resfriada, con lo cual deducimos que no
puede ir a trabajar; pero no solamente está enferma, sino que además con el jaleo de todo el día, es decir,
con el ingreso de una chica violada, pisoteada y a punto de morir, y con la
ausencia del médico responsable y otros muchos motivos más implícitos en jaleo, Lola
no podía con el alma.
El conector y además exige que le posponga un
argumento cuya fuerza argumentativa sea superior a la del argumento que lo
antecede. De este modo, conociendo el contexto del fragmento que ofrecemos, la
lógica argumentativa sugiere que el jaleo
de todo el día que ha tenido lugar en Brétema es un argumento mucho más
relevante para faltar al trabajo que un simple resfriado. Asimismo, las razones
por las que Lola falta al trabajo son dos, pero una de ellas tiene mucha más
importancia. De esto se trata la escala argumentativa: establecer un orden
determinado al conjunto de argumentos de un enunciado basándose en la
importancia —superior o inferior— de cada uno de ellos.
Ahora bien, tratemos el tema del topos.
Primero facilitaremos un fragmento de la obra que analizamos, y, a
continuación, explicaremos brevemente en qué consiste la teoría del topos o tópico. En el fragmento que
ofrecemos a continuación, Miguel, a través del monólogo interior, explica la
situación de su madre:
[…] Era vieja,
pero no tanto como para morirse, si se cuidaba y aquel borracho no la mataba a
golpes y a disgustos. Y tú no querías dejarla sola con él, desde que te diste
cuenta de que eras más fuerte, de que aquel cobarde sólo se atrevía a levantar
la mano contra los indefensos, no querías irte, querías proteger a tu madre,
pero ella quería protegerte a ti, quería
que siguieses estudiando, no ponerte a trabajar ni alistarte en el ejército
como él pretendía, para que te hiciesen un hombre.[38]
En este fragmento, observamos dos ejemplos
interesantes para explicar la teoría del topos.
Centrémonos en el fragmento subrayado en negrita.
Según Ducrot, el razonamiento
argumentativo utiliza tópicos, es decir, «lugares comunes admitidos por una
sociedad y que establecen vínculos entre enunciados»[39].
Se trata de creencias o ideas comunes aceptadas por un conjunto de individuos
que justifica o fundamenta el sentido lógico de la argumentación.
En el caso del fragmento en negrita,
podemos observar:
1. que la madre de
Miguel quiere protegerlo (conclusión);
2. para poder
protegerlo, ella desea que él siga estudiando (argumento).
Aquí encontramos el primer tópico. En
nuestra sociedad, se suele aceptar que tener estudios garantiza un futuro
prometedor, y con ello, una vida independiente. La madre de Miguel argumenta la
conclusión a la que llega precisamente por esa creencia común que se ha
adoptado en nuestra sociedad: que los estudios aseguran una vida tranquila y
acomodada. Sin embargo, y ello ya lo señala Ducrot, es posible que en un
discurso el interlocutor rechace un determinado topos, y puede alegar que no siempre los estudios garantizan un
futuro satisfactorio —y, con los tiempos que corren, esta idea es perfectamente
aceptable—.
En este mismo fragmento, encontramos otro
tópico. Según explica Miguel:
1. su padre desea
que se ponga a trabajar y se aliste en el ejército (argumentos [1] y [2]);
2. porque estos dos
argumentos son condiciones necesarias para hacerse un hombre.
Es este otro tópico, especialmente
admitido por la sociedad de antaño, en la que un individuo demostraba su
hombría mediante el trabajo duro y la disciplina —un tópico que, al igual que
el anterior, hoy en día parece haber perdido vigencia en nuestra sociedad
(aunque cabe recordad que, dependiendo de la sociedad de la que hablemos, puede
ser a días de hoy perfectamente aceptable)—.
Con esta teoría, finalizamos este breve
análisis pragmático de Deseos, una
obra de la escritora Marina Mayoral.
5. Bibliografía
- CEPEDA, Gladys, «La voz
empática médica y las estrategias de cortesía verbal», Estudios filológicos [por línea], n.º 41, Valdivia, 2006, pp.
55-69.
<http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0071-17132006000100005&script=sci_arttext>.
[Consulta 5-4-2012].
- ESCANDELL-VIDAL, María Victoria,
Introducción a la Pragmática, Barcelona,
Anthropos, 1993.
- MAYORAL, Marina, Deseos, Madrid, Santillana, 2011.
[1] Analizaremos los
fragmentos correspondientes al personaje Miguel.
[2] M. Victoria
Escandell Vidal, Introducción a la Pragmática,
Barcelona, Editorial Anthropos, 1993, pág. 16.
[3] Marina Mayoral, Deseos, Madrid, Santillana Ediciones,
2011, pág. 79.
[5] Ibíd., pág. 32.
[6] Ibíd., pág. 33.
[7] Ibíd., pág. 37.
[8] Ibíd., pág. 40.
[9] Ibíd., pág. 44.
[10] En negrita,
subrayamos los principales deícticos. Entre corchetes, indicaremos información
adicional ajena al texto original —centro deíctico, referentes, explicaciones
añadidas…—.
[11] Marina Mayoral,
ob. cit., pág. 249.
[12] Se debe señalar la
importancia del centro deíctico para la correcta interpretación de un
enunciado. Si, en este ejemplo, no supiéramos que el centro deíctico, es decir,
el principal referente, es Miguel, se podría interpretar que se tapa los ojos
con un brazo ajeno —el de su madre, el de cualquier otra persona…—. Es cierto
que dicha interpretación parece absurda, pero sin un centro deíctico evidente,
sería posible.
[13] M. Victoria
Escandell-Vidal, ob. cit., pág. 165.
[14] Marina Mayoral,
ob. cit., págs. 82-83.
[15] M. Victoria
Escandell-Vidal, ob. cit., pág. 165.
[16] Marina Mayoral, ob. cit., pág. 93.
[17] Ibíd., pág. 340.
[18] Ibíd., pág. 94.
[19] M. Victoria
Escandell-Vidal, ob. cit., pág. 170.
[20] Marina Mayoral,
ob. cit., pág. 249.
[21] M. Victoria Escandell-Vidal, ob. cit., pág. 171.
[22] Marina Mayoral,
ob. cit., pág. 251.
[23] M. Victoria
Escandell-Vidal, ob. cit., pág. 175.
[24] Marina Mayoral,
ob. cit., pág. 85.
[25] M. Victoria
Escandell-Vidal, ob. cit., pág. 178.
[26] Marina Mayoral,
ob. cit., pág. 250.
[27] M. Victoria
Escandell-Vidal, ob. cit., pág. 178.
[28] Marina Mayoral,
ob. cit., pág. 85.
[29] ‘Acción que
amenaza la imagen pública’.
[30] M. Victoria Escandell-Vidal, ob. cit., pág. 180.
[31] Ibíd., pág. 109.
[32] Ibíd., pág. 115.
[33] Marina Mayoral, ob. cit., pág. 85.
[34] Ibíd., pág. 116.
[35] Ibíd., pág. 86.
[36] M. Victoria Escandell-Vidal,
ob. cit., pág. 116.
[37] Marina Mayoral, ob. cit., pág. 338.
[38] Ibíd., pág. 257.
[39] M. Victoria
Escandell-Vidal, pág. 124.

